Ayer.
El tres de agosto hará seis años (¡seis!) de la primera entrada de este blog. Recuerdo, porque lo tengo anotado, que aquel mes de junio de 2010 leí la friolera de 13 libros. Venía yo de una de larga e involuntaria sequía; me estaba desquitando. El junio siguiente fueron catorce. El siguiente, diecisiete. En 2013, diez. En 2014, doce. En 2015, seis (culpen a Giles, el niño cabra). En 2016 han sido tres. Sí, tres. Puede sonar increíble pero lo cierto es que llevo desde que terminé la novela de Marlon James, Breve historia de siete asesinatos (concretamente el 10 de junio) sin saber qué leer. He probado de todo: clásico, moderno, género, comics… pero nada, ni modo. Por pura desesperación rescaté de una pila Estrómboli, una colección de relatos de Jon Bilbao editada por Impedimenta que terminé por puro masoquismo. Pecados sin cuento, de Richard Ford, del que leí nada más que los tres primeros relatos, me sacó de mi error. Ford impresionaba, apasionaba, Ford me aportaba aquello que en otros no encontraba. Ford provocaba algo; Bilbao no.
Los relatos de Bilbao me parecieron tan flojos y aburridos como correctamente escritos y tan inofensivos como un petardo sin pólvora. En un principio asumí la culpa. Sería yo, que estaba de no, pensaba. Y probablemente sí, una parte, al menos. Pero
Los relatos de Bilbao me parecieron tan flojos y aburridos como correctamente escritos y tan inofensivos como un petardo sin pólvora. En un principio asumí la culpa. Sería yo, que estaba de no, pensaba. Y probablemente sí, una parte, al menos. Pero
Pero sin duda era yo, el menos, ya lo he dicho, en parte. Me he pasado el resto del mes buscando. Lo intenté con Franzen (Pureza); con Henry James (Las alas de la paloma); con Eleanor Catton (Las luminarias)… Siempre primeras páginas y siempre la misma desgana. Fuese lo que fuese lo que buscaba, no era nada de aquello.
Me pasé al género. Español, para más señas. Concretamente La polilla en la casa de humo, de Guillem López, novela de la que hasta entonces sólo había escuchado maravillas. Adivinen: nada. O casi nada. Abandonada por la mitad y retomada un poco por orgullo y otro por aburrimiento, La polilla se demostró, ella también, totalmente inofensiva y en modo alguno original. La reseña llegará pronto, cuestión de días.
Eso ayer.
Hoy:
Pese a que no me vuelve loco, ni mucho menos, Narcisa, de Jonathan Shaw, editada hace nada por Sexto Piso, parece haberme sacado de este tonto aturdimiento, de esa incapacidad para avanzar en novela alguna. Admito haber puesto de mi parte pero es que este inmovilismo me estaba matando. La historia, de amor y descenso a los infiernos, no es precisamente nueva, ni los personajes especialmente atractivos, pero tiene algo. Las páginas vuelan. De no poder leer, a ventilarme 50 de una sentada. 200 en tres días. Con todo, no las tengo todas conmigo. Ya veremos en qué queda la cosa.
* * * * *
Este lastimero post viene a cuento de algo, claro. Viene a cuento de justificar mi desaparición, una desaparición que espero y supongo (porque me conozco) temporal. Pero desaparición al fin y al cabo.
Con gran dolor de mi corazón es hora de que este blog y yo pongamos tierra de por medio. Para reconciliarnos, recuperarnos, redecorarnos, reencontrarnos, reinventarnos… qué sé yo, lo que sea.
Y digo con gran dolor de mi corazón porque este mes, pese a no haber llegado todavía a su fin, ya ha hecho historia: récord de visitas. Ahí es nada. Conste que se veía venir. Inexplicablemente la tendencia de los últimos meses estaba siendo esa (los dos inmediatamente anteriores ya figuran entre los cuatro con más visitas), pero con todo le coge a uno un poco por sorpresa esta repentina pasión por La Medicina. Lo cierto es que casi da pena no aprovechar el tirón para…, no sé, para lo que sea que sirve tener un blog.
Gracias, en cualquier caso, por este regalazo y disculpen el silencio que se les vendrán encima una vez haya publicado las cuatro o cinco reseñas que guardo en un cajoncito de la mesilla de noche (a saber: Volt, Estrómboli, La polilla en la casa de humo e, inevitablemente, Narcisa y creo que alguna más). Espero volver con fuerzas renovadas.
Nos vemos cualquier día de estos.
Prometido.
Sean malos (si se atreven).
* * * * * *
«Pero mi pasión ha cedido un tanto
Me he vuelto un poco escéptica
Hacia lo que nos llega del escenario
Antes no lo era
Ahora me pregunto
Si todavía sirve de algo
Si no debiera cancelar mi abono
Todo se repite
Lo hemos visto ya todo
Visto todo y oído todo
Lo que viene de la escena.
[…]
Quién dice
Que quiero ver lo nuevo
Quizá no quiera ya lo nuevo
Porque he tenido bastante»
(En la meta, Thomas Bernhard)