En esta novela, el argumento (“Lázaro,
un anodino empleado de banca y padre de familia, muere en el hospital en el que
es ingresado de urgencia. A las pocas horas resucita. Sus hermanas, Marta y
María, están a su lado") es lo de menos porque en esta novela el argumento, es decir, aquello que ocurre y mantiene vivo nuestro interés, es sólo una excusa para recopilar instantes y las reflexiones que a estos acompañan. Se lo explico con más detalle en dos minutos.
De Royuela dicen que es maravillosa “La mala muerte” pero está jodida de conseguir y no he tenido el
placer. Me conformé, hace unos meses, con hacerme con “Callejero de Judas” total para dejarla secar en alguna carpeta. Con esto quiero decir que esta novela (“Cuando Lázaro anduvo”) es mi primer acercamiento al escritor. No he
visto en la contraportada que sea una segunda parte, ni un homenaje, ni una obra continuista de nada por lo tanto voy a
suponer que, al menos en este caso, mi ignorancia no tiene porqué afectar a mi entendimiento y, por
descontado, a mi buen hacer habitual.
Cuando empiezo a leer esta novela pienso: bien, esto irá de
explicarnos las consecuencias de una resurrección en los tiempos que corren y
de plantear la eterna pregunta, aquella para la que todo el mundo tiene
respuesta: ¿qué ocurriría si otro hijo de dios -gemelo univitelino,
pongamos por caso, del otro- viniese hoy a la tierra a predicar o milagrear? ¿Le
haríamos el mismo caso que se le hizo al otro, a su hermano? Por alguna razón -mi acostumbrado buenismo- me resisto a creer que nadie en su sano juicio, a excepción, seguramente, de José Saramago, especialista en premisas imposibles, dedicaría 400 páginas a semejante chorrada. Me equivoqué.
"¿Creería alguien a Jesucristo si hoy en día saliera a predicar sus
enseñanzas por los centros comerciales? ¿Qué sucedería si en un
hipermercado, junto a la góndola de las ofertas, empezara a decir que él
es la luz y la salvación y que los que sigan su camino vivirán para
siempre? La gente entraría en pánico, llamarían de inmediato a los
vigilantes de seguridad y les dirían que un loco, probablemente
peligroso, andaba suelto por donde los yogures. Le echarían de allí a
patadas, sin prestarle ninguna credibilidad, sin escucharles siquiera
dos palabras." (Pág. 368)
Si tuviese que apostar diría que “Cuando Lázaro anduvo” es el dietario sociopolítico de Fernando
Royuela y poco más. La resurrección de Lázaro, y las consecuencias que esto tiene, no son más que la excusa para que
el escritor nos ponga al corriente de su parecer en torno a: TODO. Cada
capítulo (29 de los 31) empieza del siguiente modo: Cuando Lázaro anduvo…. ocurría
tal cosa en Siria o Mozambique o la prima de riesgo estaba así o asá o las
hipotecas estaban por los suelos o la crisis moral campaba a sus anchas o el
presidente americano hacía esto o lo otro o qué se yo. A ver si me explico: pongamos
que Royuela resucita a su Lázaro un quince de noviembre, por ejemplo, del año pasado. Pues
bien, ese día y el anterior y los tres o cuatro o cinco siguientes Royuela se
compra El País y El mundo y se baja el torrent de Informe Semanal o se da una
panzada del 24h. De todo esto saca veintinueve noticias destacadas; serían asuntos
que, en su opinión, servirían para reflejar lo malito que está el mundo, su falta de ética y tal. Esto
lo sabremos porque Royuela no evitará escribir la novela, ni comentar las noticias,
sin dejar claro -como narrador que es- su parecer y así los malos serán siempre los ricos y poderosos
y los buenos los pobres y miserables que eso lo saben hasta los más derechones.
Les voy a poner dos ejemplos: El primero: Capítulo 23. “Cuando
Lázaro anduvo, Mehmet Ali Agca, el terrorista que en 1981 intentó asesinar al
papa Wojtyla, salió de la cárcel tras cumplir condena. […]” A esto siguen algo así como dos páginas explicando la película, lo del papamóvil y tal.
Inmediatamente después, esto otro: “Cuando
Lázaro anduvo, Margarita, como todas las noches, colocó los platos de la cena
en la mesa del comedor. A ella le traía sin cuidado la excarcelación de Ali
Agca o sus veleidades místicas monoteístas.” Pues eso: a Margarita le traía aquello sin cuidado ergo ya me dirán a santo de qué viene hacernos perder el tiempo con tamaña soplapollez. Otro ejemplo, el segundo, es el rescate de una noticia que (no tengo el libro a mano, hablo de memoria) cuenta el caso de un chef que usaba o proponía usar o se le pasó por la cabeza usar leche materna para hacer queso. Explicado el caso, cual artículo periodístico, el capítulo continua del siguiente modo: "Al doctor Ruiz no le hacía demasiada gracia el queso fresco
y es probable que estando en su sano juicio jamás condescendiera en probar un
bocado de queso elaborado con leche materna." Y ya está. A partir de este momento el caso del queso deja de tener importancia. Pues esto así treinta y nueve capítulos que lo único que consiguen es dilatar una historia que de otro modo no daría ni para cincuenta páginas y que únicamente explican las consecuencias médicas, políticas y sociales inmediatas a una resurrección.
Vaya por delante que personalmente estoy completamente de acuerdo con el narrador en (creo que) todos y cada uno de sus pereceres. Esto lo digo para que nadie piense que soy un fastizoide arremetiendo contra el Rojo
Rayuela sólo por darme el gusto. No. Yo el gusto me lo doy igualmente sin
tener que escudarme en ideologías de bote porque hay en la novela razones más
que suficientes para la crítica. Esta que les acabo de narrar en el párrafo
anterior es la primera y fundamental aunque también podríamos hablar, por ejemplo, de la prosa que en esta novela que, después de todo lo bueno que he leído sobre él, me parece de lo más normalito no viendo en ella asomo alguno de ese barroquismo que tanto se le alaba. Esto
no es una crítica a su estilo sino a todos aquellos que venden la prosa de este
señor como uno de los grandes atractivos de esta novela en concreto y todas las
demás en particular. Podría también echarle en cara la inclusión de citas de la enciclopedia, la transcripción exacta de un anuncio de yogures o mierda de personajes que ha dibujado, rayando siempre el estereotipo: desde el anodino Lázaro, pasando por su infeliz esposa o la díscola de su hermana pequeña o la devota feligresa que es la mayor. A estos hay que añadir al blogger oportunista (Al blogger Ramírez no le confundían, él sabía la verdad del
mundo, él era un hombre enterado, y aquellos que están bien informados son más
difíciles de engañar) o al joven músico cerdo extranjero que sólo quiere follarse a la hija del protagonista que a su vez sólo quiere follarse al joven músico cerdo extranjero (Victoria era atractiva y le encantaba
follar. Se volvía loca. Tenía unos orgasmos largos e impetuosos. Nunca se
saciaba. [El susodicho]No la dejaría por nada del mundo, por lo menos hasta que se hartara de
ella como ya se había hartado de otras chicas anteriores.). Y así unos cuantos demasiados.
Resumiendo: "Cuando Lázaro anduvo" cuenta una pequeña (aunque dilatada) historia de escaso o nulo interés que se ahoga entre tanta reflexión. Es probablemente la novela más políticamente correcta que he leído en mucho tiempo lo que la aleja bastante de cualquier cumplido que pueda o quiera hacerle. Es tan de darle la razón que da un poco de asco, la verdad. Altamente desaconsejable no tanto por mala como por mediocre, aburrida o irregular.