martes, 4 de diciembre de 2012

Autopsia Crítica: Monteagudo, Nobel 2013

Dispongo de información confidencial que demuestra (entre comillas, esto) que el año que viene el Nobel de Literatura no será para un chino, ni un lituano, sino para un gallego. Monteagudo, se llama; David Monteagudo. Desde las altas esferas me aseguran que tiene todas las papeletas para ese premio y muchos más. Tiembla, Marías.

Dejen que les sitúe: David tiene 50 años y un cajón lleno de obras maestras. No exagero. David escribía, desde tiempos inmemoriales, en la intimidad del hogar e iba guardando los frutos de sus anhelos en un cajón sin cerradura, mientras soñaba con ver algún día recompensado el esfuerzo de levantarse cada mañana a las cinco para escribir antes de marcharse a trabajar a la fábrica de cartón. Es decir, que David además de escritor era también un trabajador, lo que demuestra que, contrariamente a lo que se piensa, no son, escribir y trabajar, actividades tan incompatibles como algunos nos quieren hacer creer.

Yo no sé cómo es que llega el manuscrito de una novela de David llamada Fin a la mesa de una editorial como El Acantilado, que tampoco es como Mondadori o Planeta, que publican cualquier basura. Tiene fama, El Acantilado, de pensárselo tres veces antes de darle al botón de seguir adelante con el proyecto equis. Con David, estoy convencido, se lo pensaron sólo una vez o ninguna. No hacía falta; su genio era evidente, tal como enseguida se ocupó la crítica de dejar claro con su desenfreno habitual.

Rosa Mora dijo desde El País que Fin “era uno de los libros más sorprendentes del año”. Esto se puede tomar de dos maneras: o bien el libro de David era realmente bueno o los otros no valían ni para encender una barbacoa. Una tercera posibilidad (de todas, mi favorita) es que lo “sorprendente” a lo que hacía alusión Rosa estaba no tanto en la calidad de la obra como en que semejante mediocridad hubiese logrado engañar a tanto incauto.

La prensa se volcó con él -lo cual puede dar una idea de la pobreza del panorama- destacando el carácter proletario del muchacho quizá en un intento de acercar la alta literatura a las clases bajas, tan necesitadas de un héroe local. Ni un solo diario, ni una sola reseña, ni un solo programa de televisión se olvidó de recordar en qué trabajaba el bueno de David. Desde La Vanguardia veían en él a Rulfo y Ferlosio y era, para ellos, Fin, Literatura Mayúscula, literatura de la de siempre: "sin incluir referencias literarias, sin metaliteratura, sin 'cultureta'” ( Ara.cat). La literatura de la abuela, en definitiva, con el sabor de siempre y el aroma de las cosas bien hechas. Esto parece una estupidez pero para afirmar algo así hay que tener mucho valor y muy poca vergüenza. Care Santos ( El Mundo), siempre tan generosa y con su hipermetropía habitual, veía ecos de Philiph K. Dick, Ray Bradbury y Cormac McCarthy con la misma pasmosa naturalidad con la que otros veían en Monteagudo al heredero del Hitchcock y Buñuel. Decían que era un joya en bruto y sus obras futuras obras, obras de culto. Todo esto sólo de Fin, insisto, su primera novela publicada, que no escrita. Después vendrían otras: Brañaganda, sería una. Y vuelta otra vez a revolcarse en el cieno de la desmesura. David obligaba “al lector a cuestionarse la forma de ver el mundo” ( Público) en una obra escrita desde la “magistralidad de la perfección” ( Canarias 7, renovando el lenguaje). Cada vez era más difícil hablar de él. La crítica, completamente desatada, se iba quedando sin elogios suficientes. Sanz Villanueva tuvo que verse en un auténtico aprieto para sentirse obligado a “apelar a la escritura cuidadosa, a personajes sugestivamente densos en un libro de disimulada hondura” (adapto la cita para minimizar el daño). “Una novela de pensamiento” , nada más y nada menos. Sanz Villanueva, señoras y señores. (Aplausos).

Imagínense ustedes el resto de los adjetivos para Marcos Montes, otra de sus novelas. Yo a estas alturas ya me conformo con improvisar un reseña con los restos de otras: “un texto exquisito y tierno” como un bizcocho “a caballo entre Kafka y Julio Verne” ( Time Out), “que sabe cómo provocar angustia” ( El País); “una nouvelle rotunda, redonda” ( Avui), “redondísima” ( Qué leer), “de lenguaje límpido” ( El País) “y prosa de alta precisión” ( Culturas). La novela perfecta, al fin. Otra vez.

Pero este cúmulo referencial, que en circunstancias normales podría orgasmar a cualquiera, no parecía ser, para uno que yo me sé, suficiente. Nunca es suficiente para quien está mal acostumbrado. Insinúan algunos que la crítica ha acabado haciendo de David un hombre caprichoso y ligeramente burgués. “Burgués” porque “ha podido dejar la fábrica para dedicarse a la literatura y ha tenido un segundo hijo”, tal como dicen en el diario Ara.cat, seguramente dirigiéndose a todos aquellos despistados que se habían olvidado del asunto de la dichosa fábrica esclavista; y “caprichoso” porque lo que realmente quería, David, tal como le cuenta al entrevistador de ese mismo diario, no era parecerse a todos esos pequeños genios que los críticos se empeñaron en utilizar como referente, sino a Borges. David quiere que cuando lo lean a él, se acuerden de Borges. Y ya puestos, también de Chejov, de Cortázar y de Allan Poe. Porque, puestos a pedir, mejor pedirlo todo que nada.

Y ahora presten atención: David Monteagudo tiene en la calle nuevo libro. Es una colección de relatos llamada El edificio. Unos relatos “eclécticos”, dice, de “lenguaje intenso y contundente”. Repite con la misma editorial, El Acantilado, por lo que es de suponer que repetirá también contactos en periódicos si no le han saltado los plomos a estos por culpa de algún ERE improvisado. Estén atentos a sus pantallas: sortearemos un perrito piloto entre los primeros que encuentren la reseña que haga de David el nuevo Borges español.


18 comentarios:

  1. Lo siento, Tongoy, pero no acabo de pillarlo. Entiendo (después de reller el post, no te creas), que a tí las novelas de Monteagudo y sobre todo este "Fin" te parecen un churro y la crítica a la crítica viene de la desmesura de los elogios dedicados a tal mediocridad... vale, pero, ¿dónde está la novedad? Esto es lo que viene pasando, de toda la vida de Dios,con la crítica literaria española , más aún si se trata de una editorial que no venderá ni un colín, pero con arrobas de prestigio, como es el Acantilado.
    En fin, algo bueno traerá tu crítica a la crítica: en cuanto te empiecen a llegar amenazas u "ofertas que no podrás rechazar" a través de los blogs y medios de costumbre, sabremos quienes son los amigos y/o padrinos del sr. Monteagudo. Ya verás.
    (por cierto, que no se me olvide: me parece mezquino, por parte de los críticos y medios hacer tanto hincapié en que un escritor se dedica a trabajar en una fábrica, como si eso fuera un exotismo o una extravagancia de dilettante. O, peor aún una minusvalía digna de reconocimiento. Mucho pijo es lo que hay, me parece a mí)

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    1. ¿Dónde está la novedad? ¿En la crítica literaria? ¿Bromeas? No hay novedad. Cielos, si ese es el problema! Toda la crítica es IGUAL. Un auténtico coñazo.

      El caso de Monteagudo es alarmante por lo de la fábrica y por esa tendencia a ensalzarlo hasta el punto de hacérselo creer a él también.

      De sus novelas sólo leí FIN, animado por las críticas de marras, pero fue suficiente para jurarme que nunca más. Le hubiese hecho la crítica igualmente, ojo.

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    2. Hombre, yo creo que hay que ser comprensivo. Yo no sé nada de este hombre, y a lo mejor resulta que ahora no habla ni con la panadera de su barrio si no es a través de su agente, o algo así, pero también supongo (y eso que ni soy escritor ni trabajo en una fábrica de cartón) que si a mí me publicase un libro una editorial de prestigio, luego los críticos ensalzaran de esa forma ese libro y, más aún, el resto de los que tenía muertos de risa en un cajón, pues en ese caso igual yo también me lo creería un poquito. Pero la culpa no es de él, sino de los que se lo han hecho creer.
      Por lo demás, igual me he explicado mal: a mí tampoco me gusta que la crítica en España sea tan acomodaticia, por no decir lameculos. Pero lo que indico es que esta "peculiaridad" no es nada nuevo: esto es así por lo menos desde que yo recuerdo, años ha, y me leía los suplementos literarios para saber que merecía la pena y que no. A veces te descubrían algunas joyas, pero las más, te quedabas con una cara de tonto que no veas.

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  2. Resumiendo, trabajar en una fábrica de cartón lo hace a uno promotable.

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  3. Creo que más que la fábrica en este caso influye la editorial. Como Acantilado publica escritores austrohúngaros que nos dicen que son muy buenos (y algunos lo son), cuando se le ocurre publicar a un señor vivo se le lee como si fuera Zweig. ¿Cómo hubieran sido las reseñas de este señor si lo hubiese publicado Planeta o Lengua de trapo? ¿Por qué Acantilado ha publicado eso? Es un misterio inmenso, insoldable, metafísico, teológico.

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    1. Porque es una buena novela, sin más.
      Otra cosa es la crítica, que la hace flaco favor, por no mesurar, por desbarrar, y abusar de la palanca de distorsión en los riffs.
      "Fin " ya fue un fenómeno editorial antes del aluvión filocrítico.

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  4. Pues a mi "Fin" me gustó, y mucho. Está bien escrita, la historia es trepidante, los diálogos están bien construidos y además, como telón de fondo, nos habla de la amistad y de las hipocresías de las relaciones humanas. Tampoco voy a decir que es el nuevo "el que sea", o que es heredero de "no sé quien", pero es una novela que deja muy buen sabor de boca; un libro que no me arrepentí haber comprado.
    Es verdad, la crítica, como el periodismo, se han convertido en propaganda

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  5. Yo fui uno de los incautos que compró FIN confiando en la editorial El Acantilado. Y debo decir que me pareció una obra sin ningún interés y sin ninguna calidad. Una novelilla aburrida, tonta, insulsa. Yo creo que El Acantilado necesitaba algún escritor de semi género para impulsar las ventas. David Monteagudo es un pésimo escritor.

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  6. Fin no está bien escrita, por dios... Ya está bien.

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    1. Ya está bien de qué, de decir lo contrario a lo que piensas, de tener diferente gusto al tuyo, de dar opiniones, o de qué. Te veo un poco nervioso, exaltado, sobrebebido de Red Bull, tal vez.

      No voy a ser yo el abogado defensor de "Fin", porque en las jerarquías de los escalafones hay cientos de obras mejores o, si no mejores-concepto subjetivo- sí al menos con más cosas que decir y mejor dichas.

      Dicho esto, insisto, a mí, "Fin" no me parece una mala novela. Recuerdo el revuelo crítico que se montó alrededor de Stieg Larsson. Que si vende demasiado, que si vaya, otro Best Seller; que si otro pelotazo, sin más, y tal y tal, pero otra buena novela, le pese a quien le pese.

      Amig@: clásicos, con los dedos de una mano. Las esquisiteces son anteriores a nuestro nacimiento (la mayoría de ellas) pero hay novelas honestas, sin más pretensión que la de explicar una historia correctamente escrita que no hay que despreciar. Vaya, es mi opinión. Perdona.

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    2. Hay miles de novelas que no son clásicos y son buenísimas, amigo. Hay decenas de escritores españoles mejores que Monteagudo. No estoy nervioso, pero le voy a decir algo muy seriamente: estoy hasta los cojones de que la crítica o las editoriales nos vendan libros que no valen nada como la última obra maestra. Hasta los cojones. Si a usted le gustó FIN, pues allá usted. Qué quiere que le diga. FIN me parece a mí una novela muy mediocre.

      Pase una feliz tarde.

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  7. Los personajes de FIN son lo que no debe ser nunca un personaje. Planos y planos. Como los de las novelas de Javier Calvo. También planos.

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  8. Acerca del envío de manuscritos a El Acantilado, su página web dice:

    No se aceptarán manuscritos originales no solicitados. Y, de recibirlos, ni se devolverán ni se proporcionará información alguna sobre los mismos)

    Monteagudo y su FIN son un misterio de los manuscritos solicitados, :)

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  9. Leí Fin inducida por una crítica entusiástica en un periódico de prestigio. Lo compré también animada por el tipo de editorial (si la hubiera publicado Planeta, por ejemplo, paso) . Aún me dura el enfado cada vez que veo algo publicado al respecto del autor o su “obra”. El timo del siglo. Llegué a escribir quejándome al entusiástico crítico (escritor a su vez) quien, amablemente respondió, y se excusó con veladas alusiones a los debes y haberes de los autores que pretenden publicar. No llevaba leído ni un capítulo completo cuando me invadió una sensación de incomodidad, aún así proseguí con la lectura. Pocos capítulos más fueron necesarios para cerciorarme, no sólo de que el libro me estaba decepcionando sino del motivo de esta decepción, y es que me estaba dando cuenta de que se trata de una novela muy mediocre, por decirlo una manera suave. Decidí terminarla porque para mi desgracia soy completamente incapaz de abandonar un libro a medias y menos aún si luego pienso articular una opinión acerca de él. Además siempre queda la esperanza de que mejore, y si eso tampoco sucede, de que al menos tenga un final que justifique el esfuerzo. La señal de alarma que me asaltó en primer lugar, produciéndome un profundo desconcierto, fue el abusivo uso de los puntos suspensivos que hace Monteagudo. Hasta tal punto me pareció excesivo que, para incitarme a mí misma a seguir leyendo, me dispuse a contabilizar las veces que utilizaba el autor este recurso de puntuación. Abandoné por puro aburrimiento en la página 202, habiendo registrado, salvo error u omisión, la nada despreciable cifra de mil cuatrocientas dieciocho suspensiones, o sea, los tres puntitos de marras. El resultado es un titubeante relato repleto de perplejidad, vacilación, duda, inseguridad e indefinición que cansa y aburre hasta decir basta. Esto sólo por lo que se refiere a la ortografía.
    La anécdota del relato, la reunión de una panda de amigos después de varios años sin saber unos de otros es, cuando menos un tópico, pero usado con maestría por Stephen King y resumido de maravilla ( con cabaña y todo ) por Celtas Cortos en su preciosa canción “20 de abril” del álbum “Cuéntame un cuento” de 1991. Monteagudo no ha logrado ni por un momento en 350 páginas dar a los personajes una voz propia, no tienen ni cuerpo ni alma, todos se expresan de la misma dubitativa manera y, a pesar del esfuerzo del autor por describirlos estas descripciones resultan ser, además de una colección de lugares comunes, del todo inoperantes a la hora de darnos pistas sobre su psicología o carácter, pues son completamente planos y vacuos. Por lo que se refiere a la intriga que cual “macguffin” supuestamente se oculta tras tanta suspensión, también tengo algo que decir. Por un lado hay un personaje misterioso, Rafa o “el Profeta”, el potencial “deus ex machina” de la deriva hacia el género fantástico del relato después del apagón, y por otro lado un escenario pretendidamente extraño y apocalíptico en el cual lo que da más miedo es que sobrevivan dos personajes y decidan ponerse a repoblar la novela. . El Fin, largamente esperado de la historia, es insustancial y vago, concomitante eso sí, con el resto del relato. Fin, concluyo, es un montón de nada como hacía tiempo no tenía ocasión de manejar, o bien una burla sutilmente urdida por alguien muy astuto, no consigo decidirme.
    Adiós Monteagudo!
    Saludos,
    Marisa

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    1. Muchas despedidas hoy, Marisa. ;)

      No puedo estar más de acuerdo con todo lo que dices. El vacío de esta novela es alarmante.

      Un saludo y gracias por pasar.

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    2. Gracias a ti o usted, por el blog.
      (es muy raro dirigirse a alguien sin haber sido presentado, qué tiempos! en fin )
      Ha hecho mi vida un poco menos miserable.
      También es raro responder como Anónimo y firmar con tu nombre, pero es que es lo único que entiendo del listado de siglas que debo elegir para entrar y no me pareceria bien no identificarme de algún modo.

      Quiero ser educada y de los autores a los que no pienso leer nunca más me despediré comme il faut.
      saludos,
      Marisa

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  10. Pocos libros nos han decepcionado más que este. Nos lo compramos todas alegres y contentas después de leer el argumento y saber que Amenábar había comprado los derechos (por cierto, ¿al final la produjo él?) y cuando empezamos a leerlo fue un "¿qué coño es esto?" Malo hasta decir basta.

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    1. Creo que sí la produjo. Mod Producciones me suena de que es suya o tiene algo que ver con él y es una de las cuatro que produjeron la película. Bonito pastel se comieron.

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