lunes, 5 de septiembre de 2022

“Casas vacías” de Brenda Navarro

Esta novela parte de una premisa muy sencilla: una madre pierde un hijo. Pero literal: desaparece. Y luego hay otra lo encuentra. Miento: no lo encuentra (por encontrar no se encuentra ni a sí misma): lo roba, por guapo. Es el mismo niño, por si no había quedado claro. Después, lo esperado: DRAMÓN. Se pueden imaginar: que una madre pierda un hijo es como para no dejar de llorar en un mes tanto por lo que es como por lo que puede ser:

«Pero también pasa que a los niños los maniatan, violan, descuartizan, esclavizan, los vuelven pornografía. Pero también pasa que es posible que Daniel esté tirado en la basura, pudriéndose, oliendo mal, con cucarachas encima, con gusanos comiéndoselo».

Pero se ve que Brenda Navarro solo tiene medio corazón, de modo que retuerce el argumento hasta darle categoría de culebrón. No pierdan de vista la bolita:

La primera madre, esto es, la que pierde el hijo, está casada con un hombre que ni de cuerpo presente está ni se le espera. Pues esa madre que pierde un hijo tiene otra hija que no es hija o no la suya o no desde siempre, sino que es la hija de una cuñada que recién muere a manos de un marido hijo de puta de esos que matan a sus mujeres. El resultado es, por un lado, una madre que pierde una hija –y no contenta con eso también a su nieta cuando ésta se marcha a México con la nuera– y por otro, una nieta que pierde una madre, que pierde una abuela, que pierde a un padre al que llevan preso —y aún bueno— y que gana una madre de afecto cero y un hermano al que adora y que, vaya por Dios, le roban cuando mejor estaba («¿Qué es un hogar y de qué se conforma? ¿En dónde empezamos a ser padres e hijos?»).

Por si el drama de la madre parecía el problema.

Pero por si no fuera suficiente:

A su vez, la ladrona de niños tiene también un marido que ni es marido ni es nada, y una suegra que es el mismo demonio, motivo por el cual acabaría más sola que la una pero más contenta que unas castañuelas si no fuera porque resulta que ha robado un niño autista: que menudas noches y tal, que ya es mala suerte para una vez que roba algo.

«Y Daniel lloraba como el hombre que sabía que podía comer, dormir y llorar a la hora que se le antojara porque nosotras, aunque cansadas y somnolientas, estaríamos a sus pies. Finalmente, la realidad fue que Daniel se convertía en el carroñero que nos devoraba el tiempo y nos dejaba sudar la putrefacción que emana cuando lo humano se evapora ante el cansancio y luego, otra vez, nos volvía a comer».

La historia es tremenda, no me digan.

Luego, claro, te dicen que si a una bruja la tira Fulano al río por justa venganza y para sanearse la Economía de Aldea Remota y TE DA RISA MARISA con prosa río o sin ella.

Mucho más bicho la Brenda que la Fernanda, dónde va a parar.

La novela es un suspiro en una tarde de otoño un viajero. Un buen rato de morirte de pena y rabia con los horrores mayúsculos de todos y cada uno de los personajes, así como una forma como cualquier otra de iniciarte en la poesía de Wislawa Szymborska que salpica novela motivo por el cual (porque a Brenda, por algún motivo, esto le parece importante; quede pues de sentido homenaje) aprovecharé para terminar con ella esta reseña.



¿Pero es acaso posible
de pronto desacostumbrarse a sí mismo,
al orden del día y de la noche,
a la nieve del próximo año,
al rubor de las manzanas,
a las penas del amor,
del que nunca hay suficiente?

WISŁAWA SZYMBORSKA
Fragmento de «Minuto de silencio por Ludwika Wawrzyńska»

3 comentarios:

  1. Jo, Tongoy, que no te haya convencido Fernanda melchor, pase, aunque yo no estoy de acuerdo con tu apreciación (échale un ojo a Parádais, por cierto, a ver qué te parece), pero que te flipe más Brenda Navarro (o eso parece), eso sí que no lo entiendo. Porque en todo caso, tremendismos aparte, en lo que se refiere a dominio de la escritura la Melchor le pasa a la Navarro que tampoco es que lo haga mal) por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo. Sin mencionar q

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    1. (Perdón:) sin mencionar que no se le ha ocurrido meter ningún toque en plan "Patria" para dar vergüencita al lector o lectora español. O española.
      Y que conste, repito, que tampoco me pareció mal el libro de Branda navarro. pero no hay color...

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  2. Me lo apunto entonces. "Ceniza en la boca" me gustó muchísimo. A ver si este, como tú dices, merece la pena

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