Mayo empezó (lo cierto es que fue cierre de abril, pero no llegué a tiempo de incluirlo en el resumen correspondiente) con Saunders, George Saunders, y esa colección de relatos llamada Diez de diciembre de la que apenas me acuerdo ya, lo que tampoco significa gran cosa toda vez que llevo dos meses no leyendo otra cosa que relatos, que para los recién llegados les diré que son una cosa con la que nunca me he llevado muy bien. Probé a leerlo sin maldito éxito hace tiempo, meses, tal vez años, no sé, cuando sea que se publicó, pero también es cierto que no le di muchas oportunidades; de hecho, probablemente (más que probablemente, diría) no recuerdo haber pasado del primer relato, sorprendentemente, por otro lado, ya que en esta segunda vuelta demostró méritos suficientes para contarse entre mis favoritos, ahí es nada, en parte por la divertida voz narradora y en parte también por ese primer personaje de niña bien, tan dulce y boba, tan burgués y tan imbécil y tan real como la vida misma: «También le encantaba su casa. Al otro lado del arroyo estaba la iglesia rusa. ¡Tan étnica! La cúpula bulbosa se había asomado a su ventana desde los días de su esquijama de Winny de Puh. También amaba Gladsong Drive. Cada casa en Gladsong era una Corona del Mar. ¡Eso era increíble! Si conocías a alguien en Gladsong ya sabías dónde estaban colocadas todas las cosas de su casa». Otro relato que me gustó bastante, es decir, lo suficiente como para dejar el salón cargado de buen rollo, fue Escapar de la cabeza de araña una suerte de locura cienciaficciosa bastante cachonda y medio delirante. El resto: interesantes, curiosos, entretenidos en la medida que prescindibles (cuál no lo es, verdad) pero suficientemente buenos como para repetir experiencia en el futuro o, en todo caso, no lo bastante malos como para rechazar de plano lo que esté por venir.
Chicos que vuelven de Mariana Enríquez. De este hablamos hace nada. Aquí. No hay mucho que decir y lo que hay que decir es mejor hacerlo donde ya se ha hecho. Si ya no tengo tiempo, ni les cuento si encima me pongo a repetir las cosas.
De Volt, de Alan Heathcock, hay reseña, pero ustedes no han tenido todavía el placer de leerla. Se supone que caerá pronto pero yo ya no me fío de nadie, muchos menos de un becario con síndrome de abstinencia. Un adelanto sería contarles que la cosa va de relatos, ¡otra vez!, aunque centrados en una localidad llena de fracasados, amargados, jóvenes con malas pulgas y, en general, poco o ninguna esperanza de futuro. Un pequeño infierno tipo Knockemstiff, que se lee con el desagrado habitual, sin grandes sorpresas y sin dejar el esperado rastro de bocas abiertas.
De la Cocaína de Daniel Jiménez también hay reseña pero tampoco han podido leerla. Todavía. Mismo caso que Volt: ¡pronto, pronto o yo qué sé cuándo! Respecto a esta, digamos, cosa… bueno, hablaría de decepción pero estaría mintiendo. Lo cierto es que no esperaba uno gran cosa por no decir absolutamente nada pero un poquito decepción sí que es, porque aunque me guste leer y a ratos me hagan gracia los chistes de escritores que escriben sobre escritores y su condición de tal y el mal ambiente que se respira en el mundillo, etcétera (y no se olviden de la inevitable crítica al mundillo) lo cierto es que hay un punto que roza la saturación (y ocasionalmente el ridículo) sobre todo si no se tiene absolutamente nada que contar e igualmente se cuenta. A la novela le dieron un premio a la primera novela o a la falta de madurez o algo así, con eso lo digo todo.
Y llegamos El estado natural de las cosas de Alejandro Morellón. Seré brutalmente sincero: no me acuerdo de nada. Bueno, casi nada. Mi memoria, que es muy lista, cuando quiere se vuelve selectiva. Yo sé que puede que haya elegido un mal momento para leerlo (casi todos los libros, estarán de acuerdo conmigo, tienen su momento y alguno, como parece ser el caso, tienen un problema con eso) pero de todos modos no es normal que lo único que recuerde sea el relato de un señor con problemas gravitatorios y otro de un testículo que no deja de crecer. No hay reseña, lo siento, no la escribí en su momento por falta de interés y puesto que el tiempo no ha mejorado la situación y ni ha movido un ápice mi postura, dudo que lo haga en el futuro. Esto de Morellón es un pequeño libro que ejemplifica perfectamente lo que está siendo la literatura patria actual: un no parar de leer y olvidar: libros que se escriben para dar salida a una vocación; libros que vienen a demostrar que somos absolutamente mediocres y que lo nuestro ya va camino de lo directamente insalvable. No sé, tengo la impresión de que este libro daría mucho juego porque demuestra muchas cosas, lástima que hoy no me interese ninguna.
Su pasatiempo favorito de William Gaddis
No hay reseña, lo siento. De momento, al menos.
Miren, yo sé que con Gaddis he estado muy pesado y que a ratos lo sigo estando, pero tienen que entender una cosa, bueno, en realidad tienen que saber una cosa y de ese modo me entenderán a mí: Gaddis es Dios. Esto es así, no lo decido yo ni nadie que conozca personalmente. Y es Dios por muchas y variadas razones, tantas, que darían para un blog exclusivo dedicado al autor analizarlas todas. En cualquier caso y por resumir de alguna manera, hay dos que me gustan especialmente y que no dejo de compartir con todo aquel que me pregunta la hora. La primera tiene mucho que ver con la extensión de sus libros, algo que por lo general espanta a los escritores y seduce a los seguidores de Ken Follet. Resulta sorprendente que un libro con dos tres, cuatro o cinco personajes prácticamente encerrados en una casa mantenga con esa facilidad un nivel de tensión tal que haga posible que setecientas o mil doscientas páginas pasen en un suspiro. Pocos autores hay más adictivos que Gaddis y muchos menos más divertidos. Yo es que ya sólo me río con Gaddis, la verdad.
La otra razón para rendir esta pleitesía exagerada es que el estilo de Gaddis es inimitable. Pueden ustedes escribir como Reverte, Houellebeq o Franzen de tal forma que nadie les acuse jamás de nada en twitter pero ya se pueden ir olvidando de imitar a Gaddis sin ser fulminantemente acusados de plagio y caer en el mayor de los ridículos.
Gaddis es divertido, inteligente, adictivo y (no práctica sino) literalmente inimitable. Gaddis no roza la perfección, se sumerge en ella y Su pasatiempo favorito es la enésima demostración palpable. Pueden no leerlo, pero se estarán equivocando.
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Y esto hasta el día 13 de mayo. Después de eso, un par de tonteos que no vale la pena mencionar me llevaron a lo donde estoy ahora, que es, mientras escribo estas palabras y como bien sabrán, la página 1.150 del volumen de los Cuentos completos de Conrad. La idea original era escribir una reseña de cada uno de los siete bloques en que se estructura, pero como siempre, leo más rápido de lo que escribo (prefiero mil veces leer a escribir, y me temo que cada vez es mayor la diferencia) de modo que vamos a tener que dejarlo en tres, dos de los cuales pueden ustedes leerlos si visitan los posts inmediatamente anteriores.
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¿Y el mes que viene?
Todo hace pensar en más Conrad (Lord Jim); Música acuática de T.C. Boyle; Breve historia de siete asesinatos de Marlon James y Las alas de la paloma, Herny James. Esto como prácticamente seguro. También En vísperas de Turguenev y tal vez, sólo tal vez, Virginie Despentes (Vernon Subutex I) pero esto no lo tengo nada claro y de hecho cada día que pasa me apetece menos.
Hablamos. Supongo.
Cocaína es una mierdernovela de cuidado. No me explico la buena reseña que le hicieron en Babelia y que haya ganado el premio Dos Passos (o me lo explico demasiado bien). Lamentable. La que estaba muy bien es la que ganó el año pasado, de un chaval mejicano. No sé si la leíste.
ResponderEliminarEspero tu reseña de Breve historia de siete asesinatos. Lo mejor que he leído en lo que llevamos de año.
breve historia es lo siguiente. retomo mañana. esta noche terminaré el de conrad.
EliminarMás mediocre es leer sólo con la intención de olvidar y decir que todo es mierda con ese tono de superioridad moral. Lo mismo de siempre, Tongoy el salvapatrias. Perezón de blog. A ver cuándo te pasas a escribir cuentos (o una novela, si prefieres) tú mismo, que has leído tanto y sabes tanto.
ResponderEliminarya estamos con lo de siempre. ¿no se les ocurre nada mejor que decirme que escriba? jesús qué pereza.
EliminarAnónimo: Anónimo de las 12:05. Esa rabia parece deberse a alguna injuria personal. Vigila que no se te vea el plumero y acabemos descubriendo el escritor español de mierda que se esconde detrás de tu anonimato. ¿Es malo que alguien lea algo, no le guste y lo exprese en su blog? Tú ni siquiera estás en tu blog cuando vienes a quejarte con esas palabras que te retratan de Tongoy. ¿Salvapatrias? Afortunadamente Tongoy es cualquier cosa menos eso. Qué desafortunado tu comentario. Cuando Tongoy le suelta buenas pullas a lo patrio. Al menos a lo literario.
ResponderEliminarhola, tongoy o cualquier palmero comeculos de tongoy, abundais como las cucarachas
Eliminarde momento ganan ustedes por goleada.
EliminarPalmero, palmero, tú en cambio das más el perfil de bacteria fecal.
ResponderEliminarYo antes leía novedades, muchas novedades o novelas más o menos actuales y de vez en cuando algún clásico. Desde hace un tiempo se me han quitado las ganas de novedades. Del todo. De repente no me apetece nada leer cosas actuales. Demasiadas decepciones. Ahora sólo clásicos.
ResponderEliminaryo estoy ahora un poco en ese plan pero bueno, alguna novedad sí que quiero leer. Españolas pocas. una, de hecho.
EliminarEl Sistema de Ricardo Menéndez está muy bien.
EliminarVale, no conozco a Gaddis de nada. Pero de lo "novedoso" ando quemado. Así que me refugio entre la conjura de los necios, el 98, rusos ocasionalmente y el humor extraño de Miguel Noguera. Ahora estoy con Nebiros.
ResponderEliminarEN fin, la pregunta es
- para entrar en Gaddis y pasar un buen rato es la mejor obra "su pasatiempo favorito"??. Me temo que las otras implican más esfuerzo por parte del lector y obras que implican esfuerzo y luego me han reventado de mal humor ya son varias.
Gracias y un saludo
Yo siempre recomendaba empezar por Gótico carpintero pero no había leído esta. Cualquiera de las dos es buena opción.
EliminarCual es el mejor para empezar con Conrad?
ResponderEliminarImitar a Pérez Reverte, Houellebecq o Franzen. Del primero no comento, el segundo es un simpático emmerdeur pero ¿Franzen?. Franzen con ascensiones y caídas está siendo cada día mejor y, por ende, inimitable.
ResponderEliminarYa sabía yo que te iba a gustar el de cf de Saunders... Sí es cierto que tiempo después deja poco poso, pero yo lo disfruté como si anduviera leyendo a Dick.
ResponderEliminarSaludos.
Joé, palmó Cassius Clay.
ResponderEliminarTongoy y Avilés creo que son de lo mejor en cuanto a críticos "no alineados". Bueno, Blumm también está bien, pero da muchos bandazos. Todo lo que sea darles caña es ganas de malmeter de manera injustificada.
ResponderEliminarAgradezco mucho sus orientaciones. Gaddis era una referencia pero solo a partir de sus comentarios me he animado a leerlo de una vez por todas.
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