Tengo pendiente de releer Como si existiese el perdón, la novela anterior de Travacio que valoré muy positivamente en su momento y de la que ahora apenas queda un recuerdo vago. Intuyo (y espero) que con Quedabra será diferente, lo cual ya es mucho decir, quizá demasiado.
La novela, narra el largo —todo lo largo que permiten 180 páginas— peregrinaje de dos seres humanos, a la sazón matrimonio, en busca de su hijo, largo tiempo perdido en el sentido que tiene dejarlo marchar para no volver. Lo que piensan y lo que viven mientras huyen (no hay otra forma de definirlo) de la quebrada en que viven, vivían, un lugar árido y terrible, sin futuro ni esperanza de tal, es el grueso de la novela. Sus sueños, esperanzas, ilusiones. Sus miedos, supersticiones y costumbres ancestrales. No esperen más. Ni ustedes ni ellos. Es una novela breve que se limita a lo imprescindible, lo cual es siempre de agradecer. El lenguaje, cuidado, preciso, a ratos poético y la ambientación, no siempre árida, son el mayor reclamo o atractivo de la novela. Lo segundo ya lo he explicado, de lo primero tienen un ejemplo más abajo.
En conclusión: una novela muy recomendable, siempre y cuando no tengan las expectativas demasiado altas.
«Acá las familias se arman y se desarman a capricho del viento, con la misma facilidad con que el cielo se compone o se descompone con nuestras tormentas. Se habla mucho, acá, pero se dice poco. Llevo años escuchando lo que cada uno quiera contarme. […] Que me entregó a los Romano, que andaban buscando un hijo. Y que ahí estuve, unos años, hasta que se murieron, en el incendio. Que me sacaron del fuego pensando que yo también me había muerto. […] Desde ese incendio, Anselmo me oficia de padre. Es que a Anselmo se le fueron los hijos y le debe haber quedado ese hueco. Así armamos las familias acá. Con lo que tenemos a mano».
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