lunes, 20 de junio de 2016

‘La fórmula Miralbes’ de Braulio Ortiz Poole

Fe de lectura

Fe de lectura. Y casi ni eso. Cómo estará hoy de mal la cosa que ya no hay ni ganas de poner a parir.

La fórmula Miralbes es una novela absolutamente prescindible, eso para para empezar. Está escrita por tal Braulio Ortiz Poole, otra de las apuestas de esa editorial subsidiada que es Caballo de Troya.

Vayamos al grano.

Cito la contra:

«La fórmula Miralbes recurre al falso documental para tratar el caso —no tan improbable— de un plagio literario que un autor fracasado endosa a un escritor eminente. Testimonios, fotografías y documentos de archivo hábilmente entremezclados por Braulio Ortiz Poole nos muestran las entrañas del mundo cultural español, donde ni editores ni autores ni periodistas pueden permitirse decir todo lo que saben».

El principal atractivo o reclamo de esta novela es ese supuesto desvelo de las entrañas del mundo cultural español (ahí es nada); es esa promesa nunca formulada pero en cualquier caso insinuada de que ya nos vamos a enterar de una puta vez qué mentiras son esas, qué miserias y qué miserables siembran en ámbito cultural de esta pequeña nación de corruptelas y doble moral.

Lo sé: ñam, ñam. Bueno, pues olvídense, porque de eso nada, ni la primera mención a pecado alguno, ni un triste secreto inconfesable. Nada que no estemos hartos de saber, nada que no hayamos visto cien veces.

¿Un famoso haciendo uso de un negro para escribir? Anda, por favor, no me jodas. Lo sorprendente sería encontrar un famoso que supiese hacerlo.

Claro, en este caso, la trampa es otra. Se supone que la escritora que hace su trabajo es una figura ejemplar, maestra en el arte de escribir, la caña de España. Imagínense pues, no sé, a una Matute decadente tirando de negro para cerrar una novela que no tiene más que heridas abiertas. Está ella que quiere cerrar trato y no quedar en evidencia ante una legión de lectores ávidos de costumbristas dramas humanos, esto es, que tiene «miedo de perder a su público»; está el editor que quiere un huevito más antes de la muerte natural de la gallina; y por último está el negro de noche que es un blanco de día, esto es, escritor de lo suyo que no acaba de colocar libro y ve en todo esto posibilidades varias hasta que un día, recién estrenado el delito siente punzada de dolor y, cuchillo en mano, sopla la causa fatal al oído de un imberbe periodista, becario para más señas, que ve en todo esto la oportunidad de hacer olvidar el enchufismo que lo colocó en el periodismo cultural.

Aquí todo son intereses, ya ven, y una pobre tonta cayendo en desgracia y pagando el pato en pleno brote de alzhéimer.

La novela (o más bien, falso documental) y pese a su corrección estilística (poco o nada que objetar, pero tampoco que ensalzar) es una pequeña tontada que no tiene mucho que rascar si no es para quitarle todo lo que le sobra, que no es poco, y buscar lo que le falta, que es bastante. Por ejemplo: nos faltan miserias que den contenido a la promesa, toda vez que, ya lo hemos dicho, lo del negro y el error informático es algo que ya no es ni digno de mención. Quiero decir:

«Al parecer, los retrasos en la redacción del libro por parte de la autora extremeña habían exasperado a los directivos del sello y recurrieron a un colaborador para que completara la obra aunque no constara su autoría, una práctica frecuente en el sector editorial».

¡Una práctica frecuente en el sector editorial! ¡Toma puñalada! Ser joven y publicar en pequeñas editoriales es esto, señores, ¡es irreverencia! Que no quede sin morder la mano que te da de comer.

Tendría que haber algo más. No lo hay. La novela juega, como se ha dicho, a ser falso documental y de ahí el acercamiento cámara oculta en mano, a diferentes momentos en la vida de esa lesbiana que no merece el reconocimiento recibido, que ha perdido su derecho a la gloria literaria prometida: 

«¿Puede la autora de joyas con tantas aristas como Ejecución del ángel y La garganta de la soprano mirarse al espejo sin sentir vergüenza, tras haber mandado a su editor un manuscrito tan demagógico y anodino como El ombligo de Midas? ¿Se reconoce la señora Miralbes en las fotografías del pasado, cuando su mirada se prometía un halagüeño horizonte sin similitud alguna al paraje, tan yermo de talento, que ahora habita?».

Así se derriba una torre.

Lo siguiente sería salir por patas pero a estas alturas ya todo nos importa muy poco y tampoco es un esfuerzo “tiránico” seguir adelante unas páginas más, no vaya a ser que la liebre se haya ocultado en el tramo final. Craso error. La novela, llegado el momento en que sabe que no tiene nada que aportar, se dedica a pasear por jardines ajenos, hecho este que no sabe uno muy cómo tomarse o si lo sabe pero calla por educación. Por alguna razón el negro cobra protagonismo. El negro es el señor que ha escrito las partes del libro que plagian la obra de un australiano. Lo digo por si habían perdido el hilo. El negro se arrepiente, claro, porque es un negro bueno y se marcha a Londres (creo que era a Londres) y se reencuentra con una vieja amiga y toman un tecito en su casa de revolucionaria domesticada y acaban como uno espera que acabe una novela que no tenga nada que ver con esta que nos ocupa hoy, que ya me dirás tú qué nos importa los polvos de los escritores de tercera: 

«Ella articuló un movimiento a modo de respuesta: extendió la mano hacia los pantalones de él, a la altura de su sexo. Entendía aquella maniobra lúbrica de Margot, aquella voluptuosidad súbita y desesperada. Sólo les quedaba el consuelo de lo tangible, la evidencia estremecedora de la carne. Entregarse a un cuerpo ajeno les reportaría aquella inusual sensación de seguir vivos».

Ya, yo tampoco lo entiendo, pero es lo que hay.

Lo mejor de la novela, si me lo preguntan, son las posibilidades que ofrece y no aprovecha. Lo peor, su adscripción a la marca España: la mediocridad de su existencia, su conformismo, su prosa de academia de escritura creativa, su falta de personalidad y esa mala costumbre de irse por las ramas continuamente sólo para buscar historias toda vez que la propuesta no da mucho de sí.

Resumiendo: una novela más.

Una novela menos.



3 comentarios:

  1. No sabía de su existencia... y por lo que se ve seguiré ignorándola.

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  2. ¿Un comentario?
    Aquí, o se habla de M.V.LL y sus alter egos o el blog no carbura.

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  3. Suena a novela esforzada que no va a ninguna parte. La unica forma en que haya interes por ella seria crear el rumor infundado de que un negro la escribio, asi que igual habria que hacer eso. El autor lo agradeceria.

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