Descubro en el catálogo de Sexto Piso que este mismo año echa a andar una nueva colección llamada “Realidades” que, según sus propias palabras, será “una colección de crónicas y otros textos a medio camino entre la narrativa y el ensayo, en busca de dar cabida en el catálogo a libros imprescindibles para comprender la realidad de nuestro mundo.” Así a primera vista, leyendo esto y ojeando el mencionado catálogo, la primera impresión es que se trata de diarios de viaje. Y, bueno, todas mis reservas hacia ello, por lo poco amigo que soy que este tipo de narrativa; tantas (reservas) que cuando me preguntaron si estaba interesado en alguna les dije que no, gracias. Inmediatamente antes de recibir "La herencia colonial y otras maldiciones" de Anderson, que pedí a la biblioteca tras haber leído el prólogo, me llegó a casa -directamente de la editorial y sospecho que por error- "El cóndor y las vacas" de Isherwood, casi con seguridad el libro de su catálogo que menos interés despierta.
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“El Condor y las vacas” es el diario de viaje de Isherwood, un escritor americano de adopción que a mediados de siglo pasado decide darse una vuelta por Latinoamérica de la mano (es un decir) de un fotógrafo a quien, por hacer el chiste, llamaremos Viernes. La idea, si no me equivoco, consistía en recopilar información para una serie de artículos. Parece que Isherwood evitó documentarse en exceso para darle al texto cierta espontaneidad. Pues vale. No sé qué prefiero, honestamente. Su viaje no acaba de ser todo lo especial que prometía; todo aquello de Colombia, Ecuador, Perú y un par de países más en los años cincuenta queda ya un poco alejado en el tiempo y el retrato sociopolítico resultante no es de gran utilidad en el presente. Quedaría, pues, este libro, como un extenso y detallado diario de viaje por selvas, montañas y caudalosos ríos. Es decir, que aquello que salva el relato es exactamente lo mismo que lo condena. No está exento de interés, cierto, pero fundamentalmente porque Isherwood es un excelente narrador capaz de amenizar incluso los pormenores de un larguísimo y tedioso viaje en tren. Isherwood, que lamenta profundamente no tener más nociones de geología para describir paisajes, es un hombre con una capacidad asombrosa para describir situaciones y dibujar personajes en apenas dos pinceladas. Resulta especialmente divertido el comienzo (seguramente lo que me convenció para seguir con el libro), cuando narra el crucero en el que viajan hacia su primer destino. El retrato que hace de los viajeros y el propio trayecto es sensacional. Angel Barrueco sería el destinatario perfecto de este libro. Le ayudaría a entender qué es eso que hizo tan mal en “Asco”, la novela de la que hablé no hace mucho tiempo, creo que en septiembre.
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“La herencia colonial y otras maldiciones” de Jon Lee Anderson es un libro completamente diferente, empezando por la portada, que es una auténtica maravilla. Anderson conoce perfectamente el terrero en el que se mueve y sus artículos, más que de un relatar los detalles de un viaje, se ocupan de ponernos al corriente de la situación política y social de cada uno de los países que visita.
La conclusión a la que se llega con esta lectura es que África es el infierno en la tierra. De Libia, Angola, Liberia, Zimbabue, Guinea o Sudán, que son los países de los que nos habla Anderson, se explica tanto la situación actual (un puto desastre, siempre) como aquello que ha venido siendo el país desde la descolonización que tuvo lugar, en la mayoría de los casos, en la segunda mitad del siglo XX (otro puto desastre). África levanta la cara del polvo sólo para que se la vuelvan a partir.
Nunca he sido aficionado a la literatura de viajes, pero de todos los lugares del mundo ninguno me ha interesado menos que África. La imagen que uno arrastra desde la infancia (esa selva tan poco frondosa, repleta de senderos y parques naturales; ese Johnny Weissmuller en taparrabos; esos porteadores negros precipitándose al vacío desde montañas escarpadas repletas de tesoros ocultos) se disuelve cual pastilla efervescente para dejar paso a la imagen de un país como Angola, por ejemplo, en cuya capital conviven, en una armonía impuesta por la fuerza de las armas, la mayor de las riquezas con la mayor de la miserias. A un lado de la avenida principal está la tercera ciudad más cara del mundo, al otro lado los ciudadanos, sin absolutamente ningún futuro, deambulan por la calles llenas de escombros y mierda y orines y cadáveres con piernas. Una ciudad en la que comparten pista de aterrizaje los aviones que llegan con armamento ruso con aquellos que traen ayuda humanitaria. Y todo bajo la atenta mirada de los desplazados de Naciones Unidas.
Y lo mismo en Libia, que busca petróleo desesperadamente o Zimbabue o Santo Tomé y Príncipe, una isla misérrima que lleva años peleando sin recursos (y con el temor permanente a una invasión) unos metros de mar con la salvaje Nigeria tratando de decidir cuál de los dos se llevará el trozo más grande de oro negro que por supuesto succionará y gestionará alguna empresa americana. Porque eso sí, los americanos están en todo. Su amoralidad los convierte en los más perfectos hijos de puta, una actitud ideal para hacer negocios (hablo de altas esferas, no de fabricantes de calcetines) con los dictadores de hoy en que se han convertido los revolucionarios de ayer. Por no hablar de Sudán del norte y su eterna guerra con el sur o Libia y el apasionante y detallado relato de la revolución que acabó con la vida Gadafi. O la silenciosa pero asfixiante presencia de la maquinaria china, la solución a todos los problemas de financiación del continente. No hay ni un solo país que salvar. No hay ni un solo inocente que no sufra hasta la muerta el infierno de haber nacido en el peor lugar del mundo.
Leyendo esta recopilación de artículos se convence uno, nuevamente, de que lo único que puede salvar este planeta es el exterminio, la aniquilación total, de la raza humana, empezando por los poetas y acabando por los dictadores. Bromeo sin ganas. Si los ojos son el espejo del alma, África es el reflejo de la mezquindad y el egoísmo sin límite del ser humano. La solidaridad no ha fracasado; la solidaridad es una pantomima; es el analgésico que nos permite, al primer mundo, tener dulces sueños cada noche. África, lo que hacemos con ella, todos, es la enésima razón para perder la fe en el ser humano.
Creo sinceramente que “La herencia colonial y otras maldiciones” de Jon Lee Anderson es un libro excepcional y muy necesario siempre y cuando no se prefiera seguir mirando para otro lado.
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Nota: La traducción de "El cóndor y las vacas" ha estado a cargo de Andrés Barba. La de "La herencia colonial..." está hecha a dos cuatro manos por A. L. Tobajas y M. Tabuy. Ambas traducciones, a entender de este ignorante en la materia, son impecables. (Quizá convendría que las editoriales incluyesen más información sobre la trayectoria laboral de los traductores. La experiencia es un grado.)
Qué formalito. No me extraña que después crean por ahí que este blog lo escriben entre unos cuantos.
ResponderEliminarEsta entrada en concreto la ha escrito uno de mis negros. Me pareció lo más apropiado.
EliminarHombre, la Confusa Díaz liándola en internet. Qué raro.. Será que se le han terminado los posts para colgar en su blog. Hay otra cosa en la existencia, la llamada "vida real". Es muy bonita, con sus jardínes y flores en 3D.
ResponderEliminarTongo, estabas tardando en tu clásico Promociones Sexto Piso.
Espero que no tardes en hablarnos de las bondades de El Corte Inglés. Se aproxima la navidad. Promoción, promoción.
Venga, venga, deje de quejarse o le saldrán arrugas.
EliminarVamos a lo que importa: ¿se lo va a leer o no se lo va a leer? Si dice que sí me llevo comisión, si dice que no me llevo alegría de saber que no tenemos tanto en común como así de entrada pueda parecer.
Besos,
Me han gustado mucho ambas reseñas, señor Tongoy, aunque los libros no me apetecen nada. Sexto Piso tiene una gran capacidad para hacer pasar por modernos y progresistas libros que son caspa y neocolonialismo puro, como el de Isherwood. Mola más publicar crónicas anglosajonas que crónicas españolas o latinoamericanas, ¿a que sí? Eso sí, me quiero leer el de los pájaros amarillos iraquíes, pero me resisto a comprarlo (y mis colegas también, al parecer). E insisto: me gustaría conocer su opinión sobre Carlos Velázquez, pues aún no decido si es un genio o un imbécil gracioso.
ResponderEliminarDe acuerdo con Isherwood aunque en su defensa diré qeu su estilo me gustó lo suficiente para animarme a leer alguna otra cosa suya. Un hombre soltero, concretamente, y así me animo a ver la versión cinematográfica que tengo pendiente desde hace siglos.
EliminarYo también quiero leer los dichosos pájaros, pero se me resisten (que no me dan llegado, quiero decir). Lo mismo con Velázquez. Todavía no me he rendido.
Señor Tongoy, si usted ha leído la traducción de estos libros, en mi opinión estaría bien que comentara algo sobre la labor del traductor o de la traductora. Creo que es de justicia.
ResponderEliminarSaludos.
Cierto, cierto, ciertísimo. Tiene razón. No pretendo justificar lo injustificable pero lo cierto es que creo que comentar las traducciones es algo de lo que no me siento capaz. De todos modos modificaré el post para añadir una línea al respecto.
EliminarGracias por el aviso. Procuraré que no vuelva a pasar.
Un saludo,
El segundo tiene pinta de ser un Conrad revisited. En cualquier caso me parece bien. No se ha hablado lo suficiente del colonialismo, belga o actual.
ResponderEliminarSí, Sexto Piso tienen un aire muy cool, pero lo cierto es que aunque a lo mejor no editen cosas imprescindibles al menos parecen mostrar una cierta sensibilidad. Y las ediciones son muy cuidadas, eso es de agradecer.
Yo no acabo de encontrarme del todo a gusto con su narrativa (salvando GAddis y Barthelmes) pero en ensayo están sacando cosas muy chulas. Tengo por comentar el fenomenal "El siglo XIX en el XXI" de Christopher Domínguez Michael, pero es que nunca sé ni por dónde empezar.
ResponderEliminarLo de Africa es un tema que merecía un poco de atención. Al final nos quedamos con las cuatro imágines de siempre. Entiende uno con libros como este la importancia de acción tan en apariencia "aparentes" como aquella protagonizada por Clooney no hace mucho, cuando fue detenido. Lo que aquí fue una simple anécdota, dice Anderson que para un país, para todo un país, tuvo una importancia bestial. Así están las cosas.
Pocas veces son las que no dudo a la hroa de recomendar un libro. Esta es una de ellas.
Este comentario (que no el post en su conjunto) sugieren (al menos, a mí me ha pasado) que vas a abandonar el terreno de la ficción, para adentrarte en el del ensayo.
Eliminar¿Sí?
No, no, en absoluto. Leo ensayo muy de vez en cuando, demasiado poco, seguramente. Lo que sí creo que haré será leer un poco más. Tengo por ahí algunos libros que llevan demasiado tiempo esperando.
ResponderEliminarCachis. En ensayo sí que hay terreno para sacar la navaja y empezar a rebanar cuellos.
ResponderEliminarUna lástima
A pocos escritores como a Salmón les queda mejor aquel viejo chiste según el cual en España predominan los oradores devenidos en escritores. Tanta solemnidad y grandilocuencia no se encuentra ni en el himno de Panamá.
ResponderEliminarUy, uy, Tongoy, citando a Olmos en tu reseña... ;)
ResponderEliminarTengan cuidado con construcciones como esta : "Entiende uno con libros como este..." . Es muy de Olmos, lo de "uno piensa", "uno en su modesta opinión es el más grande escritor menor de 50 tacos", "uno en su baja autoestima..." Ese "uno" de modestia.
ResponderEliminarAlguien podría pensar que en su colectivo Tongo está metido el Olmos (y no sólo por la promoción que se le ha hecho siempre aqui, amén del grupito Kafka, Orejudo y tal y tal. Esos detallitos...promocionales que han hecho de esta página algo a la que solo falta el PAYPAL).
La construcción de "uno" con valor genérico no tiene nada de reprochable desde el punto de vista gramatical. Y no necesariamente tiene valor de modestia; es una simple herramienta para conseguir distancia enunciativa e incluir al destinatario.
EliminarAunque es cierto que la construccion del "uno" desde el punto de vista ontológico, véase ser y tiempo, puede dar lugar a las estupideces de Olmos, pero hasta ahora, no se en el futuro, no veo a Carlos arrodillándose en el altar de Heidegger.
EliminarOlmos, el "uno" chirria hablado y escrito ni te cuento. Pero tu sigue dándole a la matraca del "uno". Es la marca del EGO. Tranqui, también es muy Javier Marías, Pérez-REverte y tal, los narradores del EGO. Cuando se escribe "uno piensa que ..." , tiendo a pensar que es una suerte que sea "uno" y no "dos", "uno" quién? la conciencia de uno? la parte megalomaníaca de lo que piensa por tí? En fin.
EliminarAh, lo de modestia era modo ironía on, por si aca.
Eliminarhombre, no jodas; esa idea , que la solidaridad co el tercer mundo es un lavadero de conciencias, ya circulaba en los años 70 por los institutos de bachillerato cuando se explicaba en primero BUP la descolonización y el neocolonialismo.
ResponderEliminarA Olmos lo cito porque ahora somos compis. Nos prestamos cositas y tal. Me han soplado también que la dirección está pensando en que estas navidades hagamos, los de la plantilla, el juego ese del amigo invisible.
ResponderEliminarFdo.: Uno que se va a tomar un café.
Hola!
ResponderEliminarNo todo Africa es igual. Las ex-colonias británicas: Uganda y Kenia no son tan así. Hay paises del Golfo de Guinea: Camerún, Gabón... que tampoco. Más al norte, lo mismo Costa de Marfil y Ghana. Fuera reduccionismos, este es un blog serio. Sería un poco como pretender que por formar parte, las dos, del continente europeo tengan que ser igual de chungas Dinamarca que Albania. No lo son. Si vamos de novela, vamos de novela ¡y a disparatar!. Pero si vamos de ensayo vamos de ensayo ¡y a precisar!. Que no es lo mismo, y perdón por el chiste fácil, ir de setas que ir de Rolex. En resumen, el tío este, el Anderson, ha elegido para sus crónicas unos paises africanos especialmente ful.
En cuanto a lo del petróleo... lo que está claro es que con tecnología española no van a poder esas personas, de las que habla el libro, ponerse a extraerlo ¡ya nos gustaría a nosotros!
Saludos for everybody.
No me digas que estuviste en algún safari por Kenia y quieres contarnos tus impresiones? habría que recordarte que las impresiones de los turistas...son muy parecidas a las impresiones de los ingleses cuando leían con placer "el corazon de las tinieblas" sintiéndose muy superiores a los belgas.
Eliminar¿Eeeiinn? La única Kenia que yo conozco es una perfumeria de mi barrio, pero vaya... tampoco me he acostado con la morenilla de "Sexo en Nueva York" y me parece que la jodía está requetebuena. Ahora con la interness todos tenemos Kenia (el país) a golpe de un click. Por lo menos para tirarse uno el moquete en los blogs. Que es de lo que se trata. ¿O no?.
EliminarEn cuanto a los monos, se los puede ver por cualquiera parte. No hay necesidad de irse tan lejos.
Luego está lo de los ingleses y los belgas. En la época a la que aludes habría ingleses que se sintieran superiores a los belgas (los molonguis) e ingleses que se sintieran inferiores a los belgas (los echospolvo). Como ahora.
Venga... un abrazo!
Vaya, mi madre se tomó la molestía de enseñarme a sonarme los mocos con el pañuelo y a no ir dejándolos por ahí. Que tu eres un niñato consentido se percibe al primer comentario.
EliminarCoño Bluff, se sobreentiende, yo creo. De hecho doy los nombres de los países "afectados". Además no quedaba bonito decir "Una parte de África es un infierno". Bah, eso no suena ni bien ni nada. ¿Dónde está drama? En la generalidad.
EliminarLiteralmente dices: "No hay ni un solo país que salvar". Si tu no hubieras puesto eso, yo, de verdad, no estaría dando el coñazo aqui con estas matizaciones que lo único que pueden granjearme es fama de pedante.
EliminarComo lectura complementaria os recomiendo a todos el "Ebano" de Kapuscinski y así podréis enteraros de cual fue el video de mayor éxito -creo que era en Liberia- en la década de los noventa, me parece que era.
Un saludo.
Setenta, Ébano se escribió en los Setenta, y si usted en sus recuerdos puede suprimir veinte años de hambruna, sequía, expolio,asesinatos, Sida y genocidio lo felicito.
EliminarBluff, debes tener algo clavado en pie, que te noto inquieto. A ver, alma de cántaro: "No hay ni un solo país que salvar" se refiere a países de los que se habla el libro de Anderson.
EliminarMe anoto Ebano. Thanks.
heidegger, perdón
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