miércoles, 23 de marzo de 2011

(una no-reseña que no voy a no-publicar)


(El de Javier Avilés no parece la clase de libro que pueda (deba) ser leído en dos días. Yo lo hice y seguramente ese fue mi error. Supongo que esto debería ser suficiente para inhabilitarme como comentarista. No ya como crítico sino como simple comentarista. A mi entender es imposible entender, en sólo días, un libro como es “Constatación brutal del presente”; un libro que habla de los delirantes mecanismos creativos de la mente enferma de Javier Avilés. Esta entrada es una venganza de mi orgullo herido; les ruego que no (me) (se) (nos) la tengan en cuenta.





Sembrando aquí una palabra, aquí otra, 
muestras desprendidas de la pieza principal, 
separadas, sin propósito, sin promesa, 
no estoy en la obligación de hacerlo bien, 
ni de mantenerme a mí mismo sin variación, cuando me place, 
y entregarme a la duda y a la incertidumbre, 
y a mi forma maestra, que es la ignorancia… 

Michel de Montaigne 



Mi problema con la reseña de este libro es el de no saber cómo enfrentarla. Esta es la octava vez que intento a escribirla. La octava. Me he jurado y perjurado que sería la última. Me lo juré también en la tercera y en la cuarta y puede también que en la quinta, pero entonces no estaba todavía curtido. Pensaba que sí, pero no. 

Sospecho que el libro de Javier, que por lo poco que pude entender hablaba de la aniquilación total de la literatura, sus mecanismos, su entorno y sus protagonistas, tiene la extraña propiedad de anular también cualquier tentativa de acercamiento. Cualquier aproximación, por tangencial que sea, está condenada al más estrepitoso de los fracasos. Ignoro si eso es algo digno de elogio. Decídanlo ustedes. A mí no me gusta. No poder hablar de un libro me molesta, me irrita. 

Recuerdo que en la página 82 me planté. Me estaba volviendo loco! Me aburría; no entendía nada. ¿Donde estaba la historia? Creía saber lo que Javier quería decir (gracias contraportada, gracias reseñas editoriales, gracias blogosfera literaria) pero mis procesos mentales son muy diferentes a los esquemas sobre los que se construye la novela de Javier, quizá porque el suyo es un artefacto imposible; un artefacto, por otro lado, que a pesar de carecer de columnas de sustentación tiene algo -quizá la voluntad del autor- que lo sostiene milagrosamente en el aire. Decía que en la página 82 lo dejé. Lo tiré de malos modos sobre el escritorio. Estaba harto. No tengo problemas con la experimentación léxica, ortográfica o estructural siempre que la contraprestación (el placer de la lectura) esté a la altura. Me enfrentaba a un libro, a una no-novela, que surgía de los infiernos de un escritor que parecía (y parece) entender la escritura como un acto necesaria e inevitablemente doloroso. No entiendo que alguien pueda escribir bajo esas circunstancias. No entiendo que alguien escriba para sí mismo como forma de exorcizar sus demonios y necesite compartirlo, exponerlo a la crítica, ¿esperar comprensión?: no, eso no lo entiendo. Si a mí me duele (la escritura) ni lo intento; me dedico a otra cosa. A leer, por ejemplo y a poner a parir a los demás. La horticultura es una buena alternativa también o la esgrima. Los deportes en general son siempre un buen recurso. El cine. ¿Pero escribir? ¿Sufriendo? No, yo sufriendo ni escribo ni leo ni voy a la playa y si me acabé el libro de Javier no fue tanto por interés como una cuestión de orgullo (alentado, quizá, por su manifiesto y manifestado deseo de ser criticado, de sufrir la inclemencia ajena). Me ayudaban a soportarlo, lo confieso, pequeñas pinceladas magistrales, de extremada lucidez, como cuando hablaba –de un modo relativamente claro (en comparación con el conjunto de la obra)- de (sus) los mecanismos ocultos tras la creación literaria o de la escasa o nula importancia que tiene el lector en dicho proceso -aún siendo el sujeto destinatario- o la dificultad de sumergirse cada mañana en la historia del día anterior, cuando los sueños nos han hecho trizas durante la noche. Quizá eso exculpe a Javier de este artefacto endemoniado que es la “Constatación brutal del presente” pero lo más probable



Nada.... es inútil, no me sale. No sale nada. Esto no conduce a ninguna parte. No se puede contener un libro que no tiene principio, ni final, que no tiene lectores ni escritores ni personajes. No puedo hablar bien ni mal de lo que no entiendo, ni puedo ser objetivo con lo que odio. Lo dejo. Esta reseña es una mierda. No se me ocurre nada con sentido. Sé lo que están pensando: ¿por qué publicarla entonces? ¡¿Y por qué publica Javier Avilés esta no-novela?! ¿Qué busca? ¿Qué pretende? Y yo... ¿qué pretendo yo? ¿Qué me lean? No, no... "esto" que me ha salido. ¿De qué sirve todo este esfuerzo (el suyo, el mío) si no nos arranca nada más que demonios de los dedos? Pero mirad, en el fondo yo ya lo sabía. Avilés también lo sabía cuando, en mitad del viaje, confiesa: “Todavía no sé cómo terminará. Ése es el problema. Las narraciones crecen y se desbordan y se demuestran inútiles.” Pero no es del todo cierto y lo sabe: “Ya no me interesa nada. Excepto mentir”. Sólo al final se permite la verdad, la única que le queda por confesar después de haberlo dado todo: “Así, en el límite de la nada, decide que sabe cómo terminó, que sabe que debe terminar, que las palabras están de más, que las excusa se ha convertido en motivo, que nada tiene sentido”. Comprenderán que así no hay manera. Comprenderán que así es imposible.
Lo siento Avilés pero te quedas sin reseña.)


4 comentarios:

  1. Pues sin haber leído a Avilés (su libro), me parece que lo que has escrito tiene que ser una metáfora perfecta de lo que el lector debe esperar encontrar en sus páginas.

    ResponderEliminar
  2. Pues yo voy a hacer un no-comentario.

    ResponderEliminar
  3. Mas que una metáfora (que lo es) lo que quería era expresar mi problema a la hora de abordar una novela que no tiene pies ni cabeza. Mejor me hubiera ido escribiendo una no-reseña de verdad, como el comentario de Elegido.

    ResponderEliminar
  4. El alquimista del tedio21 de enero de 2015, 13:19

    Hola

    Yo tras leerla, o mejor, sufrirla, tampoco me quedaron apenas ganas de reseñarla, así que hice algo parecido a la no reseña,

    http://www.devaneos.com/libros/constatacion-brutal-del-presente-javier-aviles-2011/

    El libro no vi por donde cogerlo en ningún momento, así que cuando lo acabé me puse a leer otro libro.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.