Algo que me llamó mucho la atención en la adaptación cinematográfica de “La Carretera” de Cormac McCarthy fue la eliminación de una de las escenas más duras de la novela, cuando los protagonistas, padre e hijo observan, con la tranquilidad que da saber que no te descubrirán, a tres hombres y una mujer embarazada que se aproximan a ellos. Se dejan rebasar y cuando la distancia es prudencialmente segura continuan su camino (ahora detrás). Al caer la noche se detienen y dejan de ser figuras reconocibles para convertirse en una luminaria en el horizonte. Al día siguiente se acercan a los rescoldos de han dejado esos cuatro personajes y mientras el padre se ocupa de asegurar el perímetro el hijo es testigo de una imagen espeluznante: “un bebé carbonizado ennegreciéndose en el espetón, sin cabeza y destripado”. Por aquel entonces me encontraba en una situación un tanto delicada: acababa de ser padre. Mi hija de apenas dos meses dormía mientras yo leía esto. Dejé el libro en la estantería y no volví a enfrentarme a él hasta que hubieron transcurrido un par de semanas o un par de meses, no lo recuerdo.
Lo que me interesa destacar con esto no es tanto mi experiencia personal con aquella lectura sino la forma que tiene McCarthy de mostrar el ulterior motivo de las relaciones sexuales en el entorno apocalíptico en que se desarrolla su novela. A mi entender, lo que McCarthy pretende con escenas como esta o aquella que muestra a unas mujeres embarazadas viajando encadenadas a un carromato, es destacar el provecho que se extrae de las relaciones sexuales en un mundo cuyo mayor problema es la falta de alimento.
La relación que existe entre “La carretera” (2006) y “Plop” (2004) en este sentido en mayúscula. En ambas se suceden ininterrumpidamente los actos de crueldad sin límite; en ambas el entorno es tan hostil como las propias seres que lo habitan; en ambas ignoramos los motivos que conducen a ese apocalipsis; en ambas la infancia es la gran perdedora y al mismo tiempo los niños parecen ser los únicos capaces de transmitir cierta ternura, de humanizar a quien los atiende; y el sexo, en ambos casos, no es exclusivamente una cuestión de placer. Especialmente en “Plop” hay tras ello mucho más: sexo placer, sí, pero también sexo dominación, sexo traición, sexo castigo, sexo humillación. Es sexo como arma de ofensa y defensa; un objeto de trueque; el principal medio de demostrar el grado de sometimiento de un poblado. Las normas de cortesía se establecen bajo criterios de sumisión sexual, pero aquí, al contrario que en la novela de McCarthy, no son las mujeres las únicas perjudicadas. Porque en “Plop”, la excelente novela de Rafael Pinedo, hay muchísimo sexo pero no se folla: se usa. Sexo útil.
Es por todo esto que entiendo “Plop” como una extensión de “La carretera”: al llevar ésta al extremo (1). El motivo es sencillo: la acción se traslada a un futuro lejano e indeterminado y todo lo que en la novela de McCarthy se está perdiendo (la humanidad, fundamentalmente) en “Plop” se ha perdido ya y a lo que asistimos no es como en aquella a la destrucción de la sociedad tal como la conocemos sino a la creación de un nuevo sistema político, económico y social; a la refundación del status quo sustentado nuevamente sobre los axiomas de nuestro pasado más prehistórico. O lo que es lo mismo, a la repetición de los mismos errores a fuerza de obviar lo aprendido. La desolación que sugieren ambas novelas no reside tanto en los hechos narrados como en la certeza de estar ante un retrato pavorosamente lúcido que nos habla de lo que somos y de lo que hemos sido siempre. “Plop” aniquila nuestra esperanza de un futuro mejor.
(1) Es importe aclarar que la novela de Rafael Pinedo es anterior a la de Cormac McCarthy aunque ambas se publicasen en España en 2007. Por lo tanto, cuando digo que "Plop" puede entenderse como una extensión de "La Carretera" lo que quiero decir es que "argumentalmente" pueden entenderse como tal.
Mi recuerdo de "Plop" tiene que ver sobre todo con una frase que dice el Dueño del Lugar: «Acá se sobrevive». Para mí esta es una novela que retrata a una comunidad, una manera de entender las relaciones entre los individuos, y se resume en esa regla simple y cruel. Es decir: habla de nuestra sociedad, la capitalista, esa que está gobernada por el «sálvese quien pueda».
ResponderEliminarEn el mundo en que sobrevive Plop, el protagonista, todo está mediatizado por el concepto de utilidad. Tanto es así que él debe contraer méritos todo el tiempo para evitar ser percibido como inútil y terminar convertido en comida para los cerdos. Hoy sucede algo parecido, pues para convertirse en un estorbo basta con perder tu trabajo a los 45, ser jubilado o que no puedas pagar la hipoteca.
También diría que “Plop” tiene ese humor negro digno de Jonathan Swift y su modesta proposición para acabar con el hambre en Irlanda. Y que ese punto de vista tan rioplatense de las cosas —probablemente con el tsunami económico del Corralito en el retrovisor—, es una diferencia con McCarthy. En fin, cineastas no faltan en la Argentina; a ver si alguno se anima y rueda una película de dibujos animados con esta novela. (Sí, me la imagino como peli de animación, qué va a ser).
Muy buena reseña. Comparto esa conexión que estableces entre Plop y La carretera. Buen blog.Sigo leyendo.Saludos
ResponderEliminar¿Ve usted? Estas son las reseñas que le hacen a uno querer leer libros sin conocer de nada al autor. Va a conseguir usted que me salte mis prejuicios.
ResponderEliminarPor cierto, en cuanto sobreviva a Askildsen empezaré con Abbati, tal y como hablamos. Se me amontonan los exámenes que tengo que corregir y, en lugar de leer, sufro suspendiendo a mis alumnos.
Muchas gracias Alburito. Sigo escribiendo. Saludos.
ResponderEliminarMiedo, a usted lo que le pasa es que es un sátiro y le pierde el amor carnal. He echado en falta sus textos estas semanas pero me he curado leyéndome su novela, que lo sepa.
Un saludo,
Me muero de ganas por leer este libro.
ResponderEliminarCaballero, ¿ha tenido el atrevimiento de leer Niño hipotético? Sepa usted que el labio superior me está temblando de emoción. Como le digo a todo el mundo, si usted se dignara a darme su opinión le pediría la máxima honestidad. Niño hipotético ya está escrita, así que podemos decir cualquier cosa de ella. De todos modos, leyendo su blog no sé qué diantres hago haciéndome preguntas sobre su honestidad. Usted es arrolladoramente honesto y por eso lo queremos tanto.
ResponderEliminarEs que yo me atrevo con todo, ya me conoce. Su Simón Leví es un tipo un tanto peculiar. Gracias por su confianza en mi honestidad.
ResponderEliminarYo le doy mi opinión, en privado si le urge (vía facebook o email) o públicamente si no le importa esperar unos días. O ambas. Uno también necesita ordenarse la cabeza de vez en cuando y su libro forma parte para siempre de una personal Trilogía de la Locura (conjuntamente con "Constatación Brutal del Presente" y "Epígrafe", ya que las tres las leí seguidas y a punto estuvieron de devolverme -¿he dicho "devolverme"?- al psiquiatrico).