martes, 25 de noviembre de 2014

“El hombre que amaba los niños” de Christina Stead

Mi silencio desde agosto clama al cielo. Me refiero a mi silencio sobre esta novela, que ha sido, sin lugar a dudas, una de las mejores lecturas del año. De este año. Y del anterior, y del anterior. Y del anterior.  

Lo repetiré para los que leen demasiado rápido: NOVELÓN.

El hombre que amaba a los niños es mejor que buena. Es excepcional. No será el caso, porque todo es relativo, pero quisiérala, por aquello de hacerles a ustedes un inmenso favor, imprescindible o, si fuera posible, de obligada lectura.

* * * * *

Tengo la novela en la cabeza pero no sé cómo sacarla de ahí, cómo dibujarla para que vean lo que quiero decir, para que sepan exactamente a qué me refiero cuando digo que esta novela es una auténtica maravilla. No sé cómo hacer, no sé qué decir para que obligarles, a ustedes, a todos aquellos de ustedes que todavía conserven los tres dedos de frente con los que se supone que hemos venido al mundo, a reservarlo en la librería más cercana, porque ya les adelanto que tener no lo van a tener, estos libros nunca se tienen. Pero al lío.

* * * * *

La historia es demoledora.

En esta historia hay una casa. Una gran casa con un inmenso jardín. Hay una mujer, hay un hombre, un hombre, un imbécil, que ama a los niños, sus hijos y hay mucho, muchos niños; niños de todas las edades y condiciones: desde atormentadas y acomplejadas adolescentes hasta tiernos ingenuos infantes. 

«Cuando no puedo llamar a mi pequeña Evie, mi Mujercitita, mi niña de bonitos ojos oscuros con una aureola sombría en ellos, ¿sabes lo que hago? Le grito: “¡Alasílvida, Alasílvida!”. (Es una palabra que me he inventado y que me recuerda a ella.) “Alasílvida, ven a hacerme masajito en la cabezita. Ella sale rodando de la cama, quejándose con dulzura, algo que me encanta oír, y entra en mi dormitorio trotando con su camisón rosa de algodón, haciendo pucheros y diciendo: “¡Papi, no me disturbes, quero dormir!”. Pero cuando le muestro mis brazos, cruza la habitación con pesadez, se sube de un salto a la almohada y mete sus suaves deditos entre mi pelo para acariciarlo. Entonces, si me duele la cabeza, el dolor desaparece. Después llamo a mi hija mayor, Louie, una niña que tiene una cabeza extraordinaria, quizá con demasiados problemas, pero que será más sabia con el devenir del tiempo. Ella es la que prepara el té matutino. Acto seguido, Ernie, los Géminis y yo, los cuatro silbando, hacemos una ronda por la casa para evaluar el trabajo de carpintería y de albañilería que haya que hacer. Wan Hoe, eso sí que es una vida feliz. Sammy se sienta, meditabundo, en el camino, dando vueltas a esos extraños y dilatados pensamientos propios de la infancia, reflexionado sobre cosas que algún día convertirá en ideas científicas. Y Saúl, sensato y sereno, va a su aire buscándole un sentido a todo y sacando sus conclusiones. Y Ernie, mi joven prodigio, que llegará a ser un gran matemático o un gran físico, aunque confío en que no me salga pedante ni intelectualoide».

Pues bien, esta casa tan llena de tantos niños con tanto tiempo libre, tan luminosa, tan apetecible; esta casa tan, en apariencia, próspera, oculta un secreto a voces: sus dueños, el fecundo matrimonio Pollit, se odia como sólo se odian los mejores matrimonios en las mejores novelas, con esa visceralidad, con ese desprecio resultado de años de convivencia.

Esta novela, que transita entre el drama familia y terror infantil para adultos, es un ejercicio de crueldad como pocos. Sam y Henny libran una permanente batalla sobre un campo minado en el que juegan, inconscientes unos e ignorantes otros, un grupo de niños a todas luces inevitablemente inocentes.

El terror, en esta novela (y la razón por la que es tan jodidamente buena), tiene un origen evidente: nace de lo de descarnado de su realismo. Es todo tan real, tan posible, es tan fácil, o lo parece, llegar a ese punto, tanto, olvidar, una vez más, quiénes son las verdaderas víctimas... En la guerra que libra este matrimonio las balas nunca dan en el blanco pero tampoco dejan nunca de alcanzar un objetivo en tanto que los daños colaterales son, a la larga, tanto o más perjudiciales que un grito o una desatención esporádica.

Estoy hablando de Pobreza.

Ya no se trata únicamente de un problema de convivencia. Se trata de ir privando, poco a poco (y este sentido la novela es ejemplar) a quienes no lo merecen -y a quienes más lo necesitan- de lo esencial. Estoy hablando de no tener nada más que un vaso para quince.

«Se fue hacia la cómoda en que antes se guardaba la ropa de su padre y rebuscó en ella, pero sólo encontró una polvorienta colcha de lino y un sobre. Henny miraba a su hijo con tristeza, en silencio. Impulsivamente, el niño se dirigió al armario y abrió el compartimento en que su madre solían guardar los sombreros. ¿Dónde estaban los sombreros, las tres plumas negras de avestruz que le regaló su prima, aquella capa de seda para la ópera que tenía desde hacía diez años y que una vez le había visto puesta? ¿Dónde estaba la colección de sellos, con estampillas de todo el mundo? No alcanzaba a recordar cuándo fue la última vez que jugó con ellas, hacía mucho tiempo. Volvió frente a la silla en que estaba sentada su madre. Henny alzó la vista, forzando una sonrisa, y observó los ojos oscuros de Ernie, idénticos a los suyos».

Porque no se trata únicamente de ser pobre o tener unos padres que discuten demasiado. Se trata, también, de hacerse mayor, de cruzar esa frontera que separa el universo infantil del infierno adulto. Se trata de ese momento en el que un niño toma conciencia de que aquello que llenaba sus horas, su vida, ha dejado de ser un juego. 

Se trata de ser un niño y saberte, por ello y a pesar de ello, condenado. 

«Louie estaba feliz y se recluía cada vez que se le presentaba la ocasión: poseía un don innato para la soledad y lograba el consuelo del aislamiento incluso en aquella comunidad familiar. Era una niña perezosa, según Henny. Era una niña reservada, según Sam. Pero el caso era que Louie, a pesar de sus esfuerzos denodados por escapar de aquel aterrador abismo de desesperación, incertidumbre y suciedad, que parecía engullirla con labios pasionales y fangosos, presenciaba rachas de relámpagos, cuando el universo se rajaba desde el cielo hasta el infierno y en su sima se retorcía el delirio de la gloria, las saturnales que le revelaban la condición de aquel mundo. Se quedaba en la playa observando los hierbajos secos en la parte más fangosa de la orilla y pensaba de repente: “¿Quién puede apreciar algo bueno en ti, Tristeza desmoralizadora?” Y mediante aquel destello de inteligencia comprendía que tanto su vida como la del resto de la familia estaban malgastándose en aquella contienda, y que las peleas entre Henny y Sam estaban arruinando la naturaleza moral de todos». 

* * * * * *

Toda la novela, en realidad, gira en torno al cambio, la degradación, los velos que se levantan de muchos de los personajes que la pueblan. Toda la novela es un viaje que no puede acabar bien, donde la sensación es que todas las decisiones que se toman conducirán al desastre y donde los personajes, cada día un poco más desdichados, van tomando, poco a poco, conciencia de su infortunio. 
«Louie, la más involucrada de todos, estaba convirtiéndose en una persona impulsiva que se indignaba fácilmente por lo injustos que eran el uno con el otro, y, en la medida en que era víctima de aquellas injusticias, acumulaba un aluvión de sentimientos vengativos, una tempestad reprimida que pensaba desatar en algún momento indeterminado del futuro».

Si en los próximos días, meses, años, tienen pensado leer una buena novela, procuren que sea esta.


23 comentarios:

  1. Clásico análisis gilipollesco de Tongoy en el que no se dice nada. Cuando me mola la novela pongo un montón de párrafos "significativos" (las comillas intentan ser irónicas) porque en verdad no tengo nada que decir pero así queda chachi y cuando no me gusta busco a conciencia los fragmentos peores para machacarla porque tampoco tengo nada que decir más allá de I like it I don't like it.

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    1. Sí, sí. Por eso le queremos tanto.

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    2. 1) Infiera y exponga los atributos esenciales de la novela como obra de arte literario, distinguiéndola del resto de ficciones en prosa narrativa, y articule un modelo universal que pueda emplearse como canon aplicado a casos concretos.

      2) Señale con precisión los valores estéticos consustanciales a una novela y que la definen como tal.

      3) Distinga, a nivel conceptual, el argumento, la trama y la estructura.

      4) Explique cumplidamente el modo de producir, mediante lenguaje narrativo y ordenamiento de los diferentes elementos y recursos, valores líricos, dramáticos, poéticos y morales en el género novela.

      5) En base a esto, conjeture una propuesta de hermenéutica y comentario crítico de la novelística. Especialmente de aquella, tan compleja, que surge a finales del XIX y en los albores del XX.

      6) Con ella en una mano, escriba una crítica demoledora a Tongoy con la otra, tomando ese modelo suyo de crítica y hermenéutica como base y referencia.

      7) Si no puede, cállese.

      8) Si no puede, reconozca su odio infantil por Tongoy, seguramente causado por el hecho de que a él no le agraden las "novelas" que a usted le agradan, escritas por determinada gente.

      9) Entienda que su supuesta objeción a Tongoy no es más que un juicio de gusto mientras no la formule en base a un criterio sólido y fundamentado, es decir, que contraponga al modelo de comentario de novela de Tongoy un modelo de hermenéutica y crítica novelística que aspire a universalidad, y que resulta irónico que acuse a otro de emitir simples juicios de gusto oponiendo a esto otro juicio de gusto ("Odio a Tongoy", "Tongoy es tonto y malo", "Otra clásico análisis gilipollesco de Tongoy") tan poco fundamentado como aquel al que usted ataca.

      9) Acepte que este blog no es, ni jamás ha pretendido ser, un blog de crítica literaria en el sentido técnico de la expresión.

      10) Cállese.

      11) Ante todo, cállese.

      Del segundo anónimo, palmero ejemplar, hay poco que decir.

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    3. Pero qué grande eres, Nehmo. Y qué listo. En comparación con otros, quiero decir.

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    4. Estimado Nehmo:
      justo cuando pensaba que no se podían escribir más tonterías en internete viene usted a demostrarme lo contrario. Visto que le gustan mucho los numeritos, voy a usarlos yo también:
      1. Qué pestiño que ha soltado
      2. Con qué poca gracia, además
      3. Ese "cállese" (x3), qué feo, ¿no le parece?
      4. A ver si usted no acepta otras formas de pensar
      5. A ver si usted va a ser de los que se recorta el bigote muy finito y no sale de casa sin rociarse las mejllas y las muñecas de Barón Dandy...
      6. Para palmero, usted mismo, y además pelotillero, que no sé que es peor.
      7. ¿Sabe cómo entré en este blog? Pues escribiendo en Google "reseña Gótico carpintero". Entonces, si no es un blog de crítica literaria, ¿por qué usa la terminología típica de la crítica?
      8. Que no lo llame "reseñas", que lo llame lecturas y opiniones de un paisano. Qué sé yo.
      9. Cada vez tengo más claro que los blogs son a la crítica literaria lo que la autopublicación a la literatura: refugio para mediocres y frikies.
      10. Y es verdad, los listos son ustedes, se me olvidaba.

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    5. Bueno, animadversiones, terminología y cachondeos al margen, GÓTICO CARPINTERO es una novela excepcional. No deje de leerla por mi culpa.

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    6. Anónimo, CÁLLESE (x4). Si no tiene nada inteligente que decir, CÁLLESE (x5). Qué pereza, por favor.

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    7. Bueno, pues a mí sí que me han resultado interesantes algunas de las cosas que dice el anónimo, desde luego mucho más que el comentario para nada interesante y bastante tontorrón de G. ¿Qué es una especie de policía que grita? Debería callarse él.
      Un saludo a todos.

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  2. ¿Qué impulsa a leer una novela con una predisposición que no damos a otras aun sabiendo que no somos imparciales? Nos encanta "descubrir"autores que nadie nos haya recomendado y la necesidad de transmitirlo a los demás nos hace creer que somos o necesitamos ser mejor personas. Esto suena a rollo, pero lo que parece claro, es que lo que gusta a "todos", no necesita una sensibilidad superior que creemos tener y por eso nos demarcamos del "gusto de la mayoría" A más "friki", más entendido e inteligente parece uno. En fín, lo reconozco, disfrute leyendo "La elegancia del Erizo" y tambien con la 1ª parte del quijote, y ahora probaré con Cristina Stead....

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    1. No he leído el erizo, sí el quijote. No importa. Esta novela sólo puede gustar. Que la disfrute.

      Gracias por pasar.

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  3. Vaya, que no me voy a librar de comprarlo, cachis... aunque son buenas fechas, lo intentaré con las navidades a ver si engaño a uno de mis incautos.

    El libro del erizo no es uno que yo recomendaría, con perdón de su anónimo. Una mercantilista mezcla de autoayuda y manual de filosofía de bachiller, con perdón de nuevo, y un estilo ramplón en su escritura (más, pero mucho más perdón).

    El que si me atrevería a recomendar, y encarecidamente a su anónimo, es la Plaza del Diamante de Mercé Rodoreda. Lo he terminado esta mañana con un estremecimiento de gozo y pena al leer las últimas palabras del libro. Palabrita del niñojesú.

    Saludos y gracias por su reseña.

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  4. Hola Marga, ¿Qué tal? Soy el anónimo del "erizo". Quizá haya pecado de demasiado sutil cuando comenté la novela junto a la de quijote, solo quería explicar que me encantan todo tipo de novelas, aun siendo tan dispares, que me hacen sentir o querer ser mejor persona (Sí, lo reconozco, esta frase se la he robado a la sargento Margaret de la patrulla de salvación) Cuando leí el comentario de Tongoy sobre el terror que se puede dar dentro de una familia, me recordó a la novela de Delphine de Vigan, "Nada se opone a la noche. Una obra con una técnica de escritura sencilla (frases cortas) con una estructura al menos "extraña" pero de una efectividad acojonante. Con el tiempo, sé que jamás olvidaré la mencionada novela y ello me sirve de garantía para saber que estoy ante una gran novela- Digan lo que digan los críticos- Resumiendo, leamos mucho y el tiempo se encargará de enseñarnos que novelas nos han calado con mayor profundida. Bueno Marga, encarecidamente te prometo leer La Plaza del Diamante de Mercé Rodoreda, si a cambio lees "Una singularidad desnuda" de Sergio de la Pava. Saludos

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    1. He borrado por error el siguiente mensaje de Marga. Mis disculpas.:

      "Marga

      A mí también me gustó el de la Vigan aunque a veces me desconcertaba su falta de pudor y no sé si pude llegar a darle toda la credibilidad que ella buscaba -hubiera preferido que se tratara de una obra de ficción, la verdad - pero sí, estoy de acuerdo, de una efectividad acojonante.

      Me apunto el de Sergio de la Pava (escritor al que desconozco). Gracias.

      (Tongoy, disculpe el uso de su patio, espero que no le moleste) "

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  5. Jo, qué mala hostia tienen algunos anónimos por ahí arriba. Si no fuera porque es imposible tal cosa, hasta se diría que pudieran ser algunos de los escritores (es un decir) a los que Tongy ha puesto de vuelta y media con anterioridad.

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  6. "Y mediante aquel destello de inteligencia comprendía que tanto su vida como la del resto de la familia estaban malgastándose en aquella contienda, y que las peleas entre Henny y Sam estaban arruinando la naturaleza moral de todos"

    Henry podría ser Rajoy y Sam -por supuesto- Mas, que no deja de ser su palíndromo

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    1. Bien traído, digo.

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    2. En realidad podrían ser cualquiera. A la vista está. Dos no se pelean si uno no quiere, pero parece que todos el mundo quiere. Será cosa de la naturaleza de- algunas- criaturas humanas, que les va la acción.

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    3. jajajajajajajaja. Debe ser eso
      Por cierto, ese tópico de las peleas unilaterales abortadas falla más que el hombre del tiempo.

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    4. Mas no es un palíndromo de Sam. Es un anagrama.

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  7. Dos no riñen si uno inhala helio.

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  8. No entendí tu reseña. Nunca explicaste de qué trata el libro; solo me quedó claro que te gustó un montón. Tendré que buscar una reseña en otro blog. Gracias.

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    1. " Nunca explicaste de qué trata el libro". Dos cosas:

      1. Eso es falso. Vuelva a leerla y verá que es todo lo contrario: explico argumento y entro en demasiado detalle. Fíjese: ¡si no hago otra cosa que hablar del argumento!

      2. Lo que usted busca no es una opinión, sino información. Para eso visite la web de libro. Acabará mucho antes y seguro que no tiene problemas de comprensión. Pero por mí que no quede; yo se pego aquí: "Sam y Henny Pollit tienen muchos niños, poco dinero y se odian demasiado entre sí. Cuando Sam utiliza, para alimentar la voracidad de su ego, la veneración que sienten sus hijos por él, Henny lo observa con sombría desesperación, consciente de la amarga realidad que subyace a sus locas visiones. Escalofriante novela de la vida familiar, de la relación entre padres e hijos, maridos y esposas, El hombre que amaba a los niños está reconocida como un clásico contemporáneo".

      ¿Mejor? De nada.



      Por lo demás, si no ha entendido esta reseña probablemente no debería leer este libro. Puede que tampoco lo entienda.

      Suerte en su búsqueda.

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