martes, 22 de noviembre de 2011

“Heldenplatz” de Thomas Bernhard (o “Hitler también tenía la solución al desempleo")




Thomas Bernhard murió en 1989, un año después de haber escrito esta obra de teatro. Fue lo último que escribió. Conocer lo que ocurría por entonces en Austria es de vital importancia para entender que Bernhard no escribió una obra de ciencia ficción. No soy ni remotamente un experto en la materia pero todo está en la red. Dejen que les cuente un relato de terror basado en hechos reales:

Jörg Haider (en la foto) era la clase de hijo de puta que creía que las SS habían sido una parte del ejército alemán merecedora de los más altos honores; que el holocausto había sido un atentado equivalente a la expulsión de los alemanes de Checoslovaquia durante la segunda guerra mundial o que… bueno, en fin, el tipo de cosas que a uno le hacen retroceder lo mismo 75 años que… dos días, por ejemplo. El caso es que se ve que Haider tenía carisma y el discurso adecuado ya que en 1986 alcanzó el liderazgo del Partido de la Libertad de Austria con el apoyo del 57% de los militantes de un partido que, para que nos entendamos, era fiel reflejo del  popularmente conocido como Partido Nazi de la era Hitler. De ahí al cielo. En 1989, el año de la muerte de Bernhard, el partido de Haider logró más o menos el 30% de los votos en las elecciones parciales austríacas, arrebatando a los democristianos la provincia de Carintia (uno de los nueve estados federales de Austria). Tras las elecciones Haider se convirtió en gobernador de esa provincia.

Supongo que no hará falta entrar en detalles. Si les interesa saber cómo acaba la película se van a quedar con las ganas porque todavía la están filmando pero para no dejarles con la intriga les diré que en las elecciones de 2005 el porcentaje del partido de Haider rozaba el 43%. (En 2008 Haider murió  en un accidente de tráfico pero eso, y lo que ocurrió después, es otra historia.) Esto da mucho miedo. Al protagonista de la obra también y por eso se suicida. No les estropeo nada: empieza así y de hecho la acción tiene lugar el día del entierro. Diversos personajes (sirvientes, familia y amigos) recuerdan al fallecido -reconocido enemigo del nacionalismo liberal- lo que le sirve a Bernhard para atacar, como sólo sabe atacar Bernhard, a su Austria del alma querida, ese pozo infecto, ese nido de ratas antisemitas.

Me juré no incluir ninguna cita en esta reseña, pero yo soy mucho de engañarme a mí mismo.

hay más nazis ahora en Viena
que en el treinta y ocho
ya verás
todo acabará mal
para eso no hace falta siquiera
una inteligencia aguda
ahora vuelven a salir
de todos los agujeros
que han estado tapados durante cuarenta años
sólo hace falta que hables con cualquiera
al cabo de poco tiempo resulta ya
que es un nazi
da igual que vayas al panadero
o a la tintorería a la farmacia
o al mercado
en la Biblioteca Nacional creo
estar entre puros nazis
sólo esperan la señal
para poder actuar abiertamente contra
nosotros
En Austria debes ser católico
o nacionalsocialista
todo lo demás no se tolera
todo lo demás se aniquila

Leo con cierto asombro que esta obra no está entre las mejores de Bernhard. Ya sé que no lo he leído todo (sigo trabajando en ello, como pueden ver) pero no deja de sorprenderme porque –y esto no es una exageración ni yo estoy bajo el efecto de las drogas- no pude evitar durante la lectura tener la certeza de estar frente a una -sí- OBRA MAESTRA. Esto lo digo con la boca grande, nada de medias tintas. Otras veces dudo cuando debo calificar o puntuar una lectura pero hoy no y ayer tampoco, por lo que entiendo que de esta ya no me apeo. 

No voy a contarles ahora lo de la prosa hipnótica de Bernhard o la demencial y peculiar manera de tratar los temas que más que le preocupaban o lo irrisorio de la premisa con que arrancaban sus novelas. Y no voy a hacerlo porque se ha hecho mucho y no quiero aburrirme escribiendo esto. Si tienen la necesidad pongan ustedes “Thomas Bernhard estilo” en google y déjense llevar por la marea. Tampoco voy a a hablarles de los motivos que originan la relación amor/odio de Bernhard con Austria o que su casa es ahora un museo lleno de zapatos italianos. Todo eso da igual porque lo que importa de Heldenplatz es algo completamente diferente y tan de actualidad que duele sólo pensarlo. 

Heldenplatz nace a petición del director teatral Claus Peymann para conmemorar el centenario del gran teatro vienés Burgtheater pero también para recordar que había transcurrido medio siglo desde la anexión de Austria a la Alemania de Hitler, una anexión que se oficializó en la Heldenplatz (o Plaza de los Héroes) con un discurso del líder germano. Esto sólo hay una forma de interpretarlo: fue la aceptación, por parte de los austríacos, de la ideología nazi. Para que nos entendamos: supongan que un país europeo cualquiera entrega, con sus votos, el control absoluto (absoluto, insisto) de su gobierno a un partido de ideología conservadora, que incluye a moderados pero también a la extrema derecha, fascistas incluidos. Supónganlo. Supongan después la evolución de cosas tan tontas como puedan ser la educación, la sanidad, la información, las prestaciones sociales o la inmigración. Pues bien, esta obra de teatro es la última de una vida dedicada a luchar contra este nacionalismo tan repugnante. Es lo que ocurre cuando un hombre de la talla y el genio de Thomas Bernhard decide que no se va a llevar nada a la tumba. Se pueden imaginar el resultado: Bernhard considerado un traidor a la patria y el texto una ofensa imperdonable al pueblo austríaco. Yo me puedo imaginar perfectamente la carcajada amarga de Bernhard oyéndolos gritar y recordando los que fueron también los gritos de sus padres y sus abuelos en la Plaza de los Héroes en el 38; la arenga de Hitler, prometiendo, quien sabe, un oportuno giro, un enderezamiento, un próspero futuro tras la adversidad. Me lo imagino perfectamente (a Hitler) prometiendo acabar con el desempleo, por ejemplo. Y no son los únicos; los austríacos y los alemanes, no son los únicos. Nos rodean; son tantos, tantos y tan, tan nazis.





25 comentarios:

  1. Suelo ser, lo sabes de sobra, extremadamente redicho. Hoy no está el día para eso. Con dos cojones, Carlos; con dos cojones.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Debo decirte que he sentido miedito mientras leía el último párrafo; aunque no más del que llevo sintiendo los tres últimos días, la verdad. No sé, será cosa de la edad... Ay, la edad!!! podría escribirte al menos un par de tres entradas al respecto.

    Al lío. Empieza a resultarme sospechosa la manía de este hombre de destripar el final al principio de la historia. Y de que siempre se mueran todos en la primera página (o se intuya su muerte) ni te hablo.
    Y lo que dices de "No voy a contarles ahora lo de la prosa hipnótica de Bernhard o la demencial y peculiar manera de tratar los temas que más que le preocupaban (...)" No sé,debe ser cosa de cuando te cambiaron de colegio justo cuando explicaban los adjetivos calificativos. Sabes que este libro en concreto no lo he leído, pero un par de ellos de este autos sí y yo hubiese escrito: "No voy a contarles ahora lo de la prosa demencial de Bernhard o la hipnótica y recurrente manera de tratar los temas que más que le preocupaban (...)"
    Pero claro, ya sabes lo que se dice de los que son como yo. Esa frase tan facilona que exculpa nuestra ignorancia...."yo es que soy de ciencias"

    Nos vemos pronto
    Un bico
    Marieta

    ResponderEliminar
  3. Déjate de tonterías, Daniel. A quien no le guste leerte que no te lea. Faltaría que nos dijeran cómo tenemos que expresar nuestros comentarios.

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Es usted un cabrón, con todos mis respetos. Por fin me estaba recomponiendo después de tres días de temblar de miedo, y de buenas a primeras me sale con estas. Con una historia de nazis que califica de obra maestra, de nazis que según parece están más muertos que vivos, tal vez incluso entre nosotros, a dos paradas de metro. Y vuelta al acojone, a la incertidumbre, a postergar lo de la progenie, que no es época. Aun así, una reseña tan entusiasta no puede sino acercarme definitivamente a Bernhard.
    Espero no pedir daños y perjuicios.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Lea usted Maestros antiguos y flipe, Sr Peón

    ResponderEliminar
  6. Me entusiasma Bernhard... incluso trabajé en una obra de teatro sobre él... De sus obras de teatro Heldenplatz no es de mis preferidas... me quedo con "Minetti" o con "La fuerza de la costumbre" pero siempre es bueno leer una entrada entusiasta, en estos tiempos de pusilánimes,sobre un autor tan inmenso.

    ResponderEliminar
  7. Hola Clément, un libro inmenso. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

    Daniel, coincido con el anómino de más abajo (bueno, arriba): me gustan tus discursos (pero entiendo el silencio de ayer).

    Marieta, querida, la “frase facilona” (ser de ciencias) nos exculpa y legitima también, especialmente en este caso. Ya sabes: “el orden de los factores no altera el producto”. Besos,

    Roberto, lo demorar la progenie lo entiendo pero que esto no sirva que de excusa para dejar de follar. Acérquese a Bernhard, acérquese, saldrá recompensado. Yo también debería acercarme más a menudo.

    Ros, conozco “Maestros antiguos”. De hecho fue el primer libro que leí este 2011. Es brutal. Otra maravilla.

    Agapito, qué bueno verte. Me estoy dando una panzada de teatro, como verás y toda la culpa es de tu amigo Chejov. Me anoto las que dices y me pongo a buscarlas enseguida (pero ya te adelanto que está la cosa jodida porque HIRU, la editorial, no distribuye en Galicia).
    […unos minutos después…]
    Vale, ya está. He dado con “La fuerza de la costumbre” pero “Minetti” se la voy a tener que pedir a los Reyes Magos. Supongo que no se puede tener todo.

    Gracias a todos por pasar.

    Un saludo,

    ResponderEliminar
  8. Peón, guapo. No estaría de más que al final de tus posts indicaras quién es el traductor del libro. No es lo mismo, por ejemplo, un Bernhard traducido por Miguel Sáenz que por un mindundi.

    Cuídesemele.

    ResponderEliminar
  9. Pues no le falta a usted razón caballero. Trataré de acordarme a partir de ahora, no sólo por las novelas de Bernhard, sino para todas.

    El libro lo he prestado y no puedo comprobarlo pero estoy seguro al 95% de que sí era de Sáenz, porque de lo contrario estoy bastante seguro de que me hubiese llamado la atención. He visitado la web de la editorial HIRU para confirmarlo pero tienen el enlace al libro "descolocado". (Ya se lo he dicho y me han contestado que tomarán nota). Curiosamente en las otras obras de Bernhard no indica quien es el traductor. Qué raro. Que lo haga yo tiene un pase, pero ellos...

    Bueno, nada, que lo miro y ya se lo diré.

    Un saludo y gracias por el consejo.

    ResponderEliminar
  10. No leí este Bernhard, pero sí, gran entrada.

    ResponderEliminar
  11. Esta etapa de mi vida no permite profundidades. Ya me perdonarás. Me apetece más un Tsutsui, por ejemplo. Eso no significa que deje de profesarte la admiración de costumbre.

    ResponderEliminar
  12. Inmaculada Concepción24 de noviembre de 2011, 21:54

    I love Bernhard, pero mi preferido no es Maestros Antiguos, a lo mejor influye que es el último que me leí y ya me sonaba a más de lo mismo... Mi preferido es El sobrino de Wittgenstein, y después, Helada. A parte de su pseudo-autobiografía. Brutal su neurosis obsesiva.
    Quique, me encanta tu franqueza :)
    Tongoy, no te me habrás acabado ya Los Thibault, ¿no? Yo voy lentita porque no me da para más the time.
    ¡Un saludo a todos!

    ResponderEliminar
  13. Inmaculada Concepción24 de noviembre de 2011, 21:55

    ¡Ah! Mierda, acabo de comprobar que sí lo has acabado ya, por dios, cómo lees taaaantoooooo, ¡¡¡espérame antes de abrir la sección para ello!!!

    ResponderEliminar
  14. No digas tonterías, Quique. Para admiración la que te profeso yo a ti, que no tiene igual en el mundo conocido. (Estoy nervioso: este mes de diciembre es el mes) No he leído a Tsutsui, ¿lo recomiendas? Si lo haces me tiro de cabeza. O casi.

    Asterios, gracias. No lo deje pasar si tiene oportunidad. No defrauda. Yo sigo en estado de shock.

    Hola Inma. El sobrinito es bárbaro también, pero a mí me gusta más cuando Bernhard se pone un poquito hijo de puta y tira a matar y aunque hace tiempo que leí el sobrino no recuerdo nada de eso. Lo que sí recuerdo es que fue el primero, con el que me enamoré.

    Respecto a Thibault.... frena. Yo sólo he leído los dos primeros relatos, esto es, el primer tomo (El cuaderno gris y El Reformatorio). Si lo dices por la foto de goodreads es que no encontraba la edición que yo leí. Si luego tengo un rato la doy de alta y lo modifico. La entrada que prometí está en el aire. No sé cómo plantearla. Ya se me ocurrirá algo. Además ahora estoy a saco con lo ruso por lo menos hasta diciembre. Luego, todo ese mes, lo dedicaré a moderneces varias, que no es plan de leer a Dosto con unas copas de más, imagínate luego la interpretación. Este diciembre (lo estoy planteando todavía) será el mes de pagar deudas. Tengo un montón de libros que he prometido leer y nunca leo. Ha llegado el momento. Son todos muy modernos, modernísimos y algunos más raros que un perro verde. Miedo me da. El segundo de Thibault lo dejo para Enero, cuando retome placeres propios. ¿Tú por dónde vas, por cierto?

    Saludos,

    ResponderEliminar
  15. Hombre, el sobrino de W. también es bastante bestia, eh.

    ResponderEliminar
  16. "Las concesiones de premios, si prescindo del dinero que reportan, son lo más insoportable del mundo, había tenido ya esa experiencia en Alemania, no ensalzan, como creí antes de recibir mi primer premio, sino que rebajan, y por cierto de la forma más humillante.Sólo porque pensaba siempre en el dinero que traen las soportaba, sólo por esa razón fui a los más diversos ayuntamientos viejos y a todos esos salones de actos de mal gusto. Hasta los cuarenta años. Me sometía a la humillación de esas concesiones de premios. Hasta los cuarenta años. Dejé que me defecaran en la cabeza en esos ayuntamientos y salones de actos, porque una entrega de premios no es otra cosa que una defecación en la cabeza de uno. Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que dejarse defecar en la cabeza, porque le pagan a uno por ello. He sentido siempre las concesiones de premios como la mayor humillación que cabe imaginar, no como una exaltación. Porque un premio se lo entregan a uno siempre sólo personas incompetentes, que quieren defecar en la cabeza de uno y que defecan abundantemente en la cabeza de uno so se acepta su premio. Y están en su perfecto derecho de defecar en la cabeza de uno, que es tan abyec"to y tan bajo como para aceptar su premio...

    ResponderEliminar
  17. Inmaculada Concepción25 de noviembre de 2011, 15:00

    Ah vale, qué susto, pues disfruta de tus lecturas rusas y luego modernas, ja ja ja, qué gracioso eres. Yo voy por que los adolescentes han vuelto ya de Marsella... El principio, menos de la mitad. De momento me está sorprendiendo mucho mucho, algunas frases son increíbles...

    ResponderEliminar
  18. ¿Tsutsui, dices? ¿Si lo recomiendo? Sólo me he leído "Hombres salmonela en el planeta porno" y me gustó bastante. Y eso que son relatos. Te lo recomiendo más a ti que a Inma, por ejemplo.

    ResponderEliminar
  19. ¿Relatos? Jooder, Quique...

    Impagable el párrafo de los premios. De ponerse a copypastear y dejarlo en un mes.

    Inma, ¿los chicos han vuelto de Marsella? ¿Estás con el Cuaderno gris u otro al que no he llegado?

    ResponderEliminar
  20. Eso me pasa por avisar. Sí, son relatos. Antes que te envalentones demasiado recuerda que te has estado leyendo el teatro de Ibsen y Chéjov, amén del tal Bernhard que tanto gusta por aquí. Guapo.

    En cuanto al párrafo de los premios, se puede decir lo mismo en tres frases. Qué puta manía con mearse en Baltasar Gracián que en paz descanse.

    ResponderEliminar
  21. J. F. Cuadrado Martín dijo:

    Le dejo la respuesta aquí, es la mismita que en La Patrulla...De Estupefacción.


    Pero My Doctor, ¿Malvado yo…? que sólo soy un plebeyo bloguero, según el falso apátrida, pero que bien pone a parir a los españoles, en Clarín, en su tierra natal, si es que lo es…(y lo republica en su Blog boomeriano),y qué para colmo, CENSURA a quien no va de su cuerda….
    AH!… para más INRI ante mi queja de que el In Pron-nunciable instaló su filtro de spam después de poner a caldo a Olmos, y quejarme, me envían este correo:
    “Estimado amigo:
    La avalancha de mensajes comerciales y spams que se alojaban en la sección de comentarios de El Boomeran(g) hizo recomendable instalar filtros que impidieran alterar de este modo la lectura de nuestros blogs.
    Obviamente, el filtro no impide la instalación de los comentarios.
    Y estos admiten, como siempre, el seudónimo del autor y la libertad crítica.
    Como usted dice: “siempre que no injurien o calumnien”. Atentamente
    Basilio Baltasar
    Editor de El Boomeran(g)
    Gran Vía 32 – 28013 Madrid( omito otros datos…más personales)
    Esto lo recibí el 10 del Noviemebre de 2011.”

    Y ¿Yo soy el Malvado?….
    Lo siento Estimado D. Basilio, pero si cree que soy tonto, lo seré, pero no ingenuo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  22. Inmaculada Concepción25 de noviembre de 2011, 21:47

    No, qué va, estoy por El cuaderno gris... Han llegado ya a la casa de la madre de Daniel... Creo... ¿estamos leyendo el mismo libro?
    Quique: JA JA JA JA.

    ResponderEliminar
  23. @ Inma
    Vale, ya caí de la burra, tienes razón. Tiendo a olvidar los detalles superfluos y no recordaba que fuese Marsella a donde huyen. También me lié al decir “los chicos”. Pensé que te referías a los hermanos y estos dos sé que de Marsella precisamente no volvieron juntos. Entenderás a qué me refiero cuando leas el “El reformatorio”. Ya he dicho de más.

    ResponderEliminar
  24. La negación del holocausto se combate con pruebas y todos estos años lo único palpable ha sido represión y propaganda para justificar los crímenenes de los vencedores.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.