martes, 21 de septiembre de 2010

"El arte de hacer-lo (in)creíble"



ESCUELA NARRATIVA “PEREZ REVERTE” 


Curso 2008-2009 – 2º Semestre 

Ejercicio práctico 8: “El arte de hacer-lo (in)creíble” 

El ejercicio consistirá en construir un relato o capítulo breve de corte dramático y de aventuras. Para ello se partirá del tema propuesto a continuación. Tendrá una duración máxima de una hora: los primeros treinta minutos para documentar el relato y el resto para su redacción. 

Tema: “Batalla de Trocadero” 

(A modo de ayuda rellene los espacios delimitados en blanco con los resultados de la investigación que considere que puedan tener reflejo en la trama) 
Personajes:
Por la parte francesa: Fernando VII, Cien mil hijos de San Luis, Duque de Angulema,
Por parte española: Rafael de Diego,
                                         

Hechos relevantes: Trienio Liberal (1820-1823), Constitución Liberal, 
Fechas: 23 mayo 1823 (El Gobierno Liberal se traslada de Madrid a Sevilla), 30 de agosto de 1823 (toma del fuerte de San Luis por las tropas francesas),                                        

Lugares: Fuerte de San Luis, Bahía de Cádiz, Isla de Trocadero,                                        

Idea base: Cádiz fue bombardeada continuamente durante tres semanas hasta que fue forzada a capitular el 23 de septiembre de 1823. Fernando fue liberado y restaurado al trono.                                         



REDACCIÓN

Al amanecer del 30 de agosto de 1823 corre la sangre entre los cuerpos mutilados de cientos de hombres, mujeres y niños que han dejado sus vidas en la defensa del fuerte de San Luis, del que ya solo quedan ruinas, incendios incontrolados, sangre y miseria. El alguacil Rodrigo Fuensanta se oculta de las tropas francesas tras el zaguán de la escalera que conduce al claustro, frente al refectorio que ayer olía a incienso y zarcillos y hoy a podredumbre, con una veintena de cadáveres hacinados que son pasto de las ratas y otras bestias que en la penumbra no alcanza a identificar. A sus pies yacen el párroco y el sacristán, degollados durante los oficios de esa noche cuando se ocupaban de velar por las pocas almas que quedaban en el fuerte; aquellas sin esperanza de ver salir el sol. 

En el exterior, donde anoche imperaba un silencio de muerte, atronan ahora las salvas de los Cien Mil Hijos de San Luis en favor del duque de Angulema, indolente testigo durante las últimas horas de asedio al fuerte, que entra triunfal en la plazuela de Santa Inés acompañado de una cohorte de jueces y escribanos que levantan acta del momento de la victoria y que años después referirán los hechos como dios les de a entender. Fuensanta lo escucha desde su escondite mientras piensa una forma de llegar a Cádiz. Si bien este Fuensanta es un hombre torpe para las letras no lo es en modo alguno a la hora despachar con la espada o el puñal, ni acostumbra a errar con los pistolones que oculta bajo el jubón un objetivo que se mueva mas allá de donde le alcanza la vista en cualquier noche clara. Solo tres ojales de daga le habían hecho en el pasado y todas ellas por inoportunos líos de faldas. Fruto de reyertas de cantinas poblaban su frente cicatrices que entre risas juraba que dibujaban el callejero de San Sebastián, grabadas a fuego durante aquel otro asedio del que logró escapar atado a la silla de un asno, dado por muerto por la soldadesca enemiga al ver la sangre empañando su rostro. 

Quisiera el héroe de esta historia disponer en este rojo amanecer de esas mismas cicatrices sangrantes y de otro desnutrido jamelgo que le permitiera otra vez como entonces salir del fuerte frente a las tropas leales a Francia que pronto restablecerían el poder a Fernando VII, dejando así el campo abonado para las sangrientas represalias que se avecinaban. Sabía bien Rodrigo que la amnistía prometida por el monarca era agua de borrajas antes incluso de haberse firmado y que sus horas estaban contadas dentro o fuera de la fortaleza, con cicatrices o sin ellas, con trabuco, pistola o daga veneciana. 


Fin del ejercicio.





El caso es que me hizo gracia recibir estas hojas precisamente de quien me las dio, puesto que es este conocido y amigo es, como la gran mayoría de los españoles (según refleja la estantería de los diez más vendidos de El Corte Inglés), un gran admirador de las novelas de Perez Reverte. Nunca lo hubiese imaginado por tanto portador de semejante documento que flaco favor le haría a su venerado novelista. Sospecho que hay detrás de esto un juego de maldades por parte de algún grupo literario de bajo postín, nada afín al estilo del escritor. Aunque pueda parecer de mal gusto y no sea fiel reflejo de la prosa de Reverte en la saga de novelas del Capitán Alatriste (ésta en primera persona y con los dejes propios del Madrid de la época) no he querido evitar hacerme eco del ejercicio en cuestión aprovechando el mal sabor de boca que me dejó hace unas semanas/meses la primera de ellas, aquella que pone nombre a la saga, porque me pareció aburrida y pretenciosa, además de un engaño manifiesto al ocultar tras su prometido argumento de capa y espada un relato costumbrista español de la época, una novelización de lo que cualquier estudiante de la ESO pueda encontrar entre las páginas de sus libros de literatura española. Poner en boca de Góngora sus poemas o armar hasta los dientes a Lope de Vega con ánimo éste de batirse codo con codo con un personaje como Alatriste, que no pasa aquí de ser testigo mucho de la historia, no es exactamente lo que yo esperaba de un género de acción y aventuras como el prometido. 



El ejercicio anterior, lo he comprobado, puede tener su origen en dos simples enlaces de la wikipedia pero hasta su valor documental es relativo ya que no todos estamos dispuestos a contrastar la información. Acostumbramos a dar por bueno lo que nos cuentan aquellos que abanderan conocimientos sobre momentos concretos de la época. No dudo que el señor Reverte sea una eminencia en cualquier asunto que trate en sus novelas pero precisamente por eso soy tan crítico. Ser experto en un momento o momentos históricos indeterminados y gozar de una prosa reconocida no le garantiza a uno el adjetivo de “gran” escritor. Como mucho le garantiza el éxito de ventas si el primero ha ido bien: “Coge fama y échate a dormir”, que decía mi madre.

Pero no me hagan ustedes mucho caso; al fin y al cabo esto no deja de ser la historia de una decepción.

6 comentarios:

  1. Ya sabía yo que no te podrías resistir!!

    Mira, no sé si lo sabes o no pero me da igual: ese texto lo escribí ayer por la mañana, eso sí, atendiendo a las reglas establecidas.
    No puedo estar menos de acuerdo contigo en la crítica. Nunca he dicho que yo fuese “amante” de la prosa de Reverte ni aficionado a sus libros, que dicho sea paso apenas conozco, pero una cosa es cierta y es que Reverte es un magnífico escritor. No se llega a dónde esta él escribiendo mal. No se tiene una trayectoria como la suya sin haber acumulado un saber que tú, y perdóname, estás muy lejos de soñar. Que vengas ahora a decir que este señor tiene algo así como lectura automática o de manual dice muy poco en tu favor, la verdad.

    De momento esta es la entrada más decepcionante de todas cuantas te he leído. Obviando quizá la primera, que peca de inexperta.

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  2. Totalmente de acuerdo con los dos: con el veredicto de Carlos (y con su manera de expresarlo) y con el asedio de Oblomov. Decepción-arte o el arte de la decepción.

    Sólo quedaría decir España, aparta de mí estos premios.

    Saludos.

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  3. Pero es que el señor Oblomov pone en mi boca cosas que nunca he dicho. Yo jamás de los jamases he dicho ni diré (fundamentalmente porque no lo pienso) que Reverte sea mal escritor. Ni que tenga una escritura mecánica (aunque esto, bueno, un poco sí que lo pienso). Lo que digo es que se repite más que el ajo. Si el señor Scorsese, por poner un ejemplo de un director de cine consagrado, hiciese seis veces la misma película lo más probable es que la crítica lo acusara de decadente, de falto de ideas, de venderse al mercado y de no sé cuantas cosas más. En cambio tengo la sensación de que Reverte, como muchos otros, repitiendo esquemas una y otra vez lo único que consigue en que su figura sea una vez tras otra ensalzada. El caso de Reverte es además motivo de escarnio en esta entrada porque realiza un tipo de novela (Alatriste, El Asedio) en el que parece haber encontrado un filón.

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  4. Supongo que Reverte es a la democracia que se vive en esta merienda de negros lo que Vizcaíno Casas era para los posfranquistas: Un tractor de cucho para enterrar mentes en barbecho. Pero no me hagais mucho caso, puedo estar confundiendo un tractor con un tráiler y el estiércol con la escoria. Si no me bastara haber leído algunos de sus burdos artículos, quizá me atreviera a poner mis ojos en alguna de sus novelas. Hojeé la primer ala triste- mis hermanas son incorregibles- y me espantó su ramplonería. Quizá sea que soy asustadizo, pero de las plumas de ese pollo al clembuterol yo paso.

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  5. Todo el mundo le llama Reverte como si ese fuera su segundo apellido, pero no lo es. Su primer apellido es Pérez-Reverte y el segundo es Gutiérrez.

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  6. Es que a todos nos recuerda los versos:
    Quisiera verte y Reverte
    Quisiera hablarte y no hablarte
    Quisisiera encontarte a solas
    ! Y no quisiera encontarte¡

    Cito de memoria y puede ser que se me haya trastocado algún verso

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